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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Lo tengo preparado

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Todo está ya preparado, voy a hacerlo en breve, lo tengo a punto. Cuando divisé al otro lado de la acera a Jaime (llamémoslo así  por prudencia, aunque dudo mucho que con tanta ocupación se le ocurra al aludido pasearse por este desértico blog) sabía  yo de antemano las patrañas y quiero-y-haré que procedería a contarme. Jaime es un muchacho (digamos así también) de mi edad. Yo terminé mi carrera a su tiempo pero a él se le fue torciendo entre dimes y diretes. Me lo encontraba en esos años post-universitarios y todo era un ya estoy acabando y ya estoy preparando. Hablaba de una doble licenciatura con no sé cuántos idiomas porque estaba previsto - y lo tenía ya en la mano - que iba a ser diplomático. Me lo encontraba tiempo después y se andaba afanando en alguna otra universidad en la cual iba a conseguir esto y lo otro - ya está preparado, decía. Así que cuando el otro día vi su rictus al otro lado de la calle, sus ademanes torpones y esa manera grandilocuente de venderte humo sabía, e

Insoslayable

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(Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 29 de diciembre de 2015 dentro de la columna Club Diógenes) La celebración del nuevo año (con su correspondiente despedida del año viejo) es, a todas luces, una festividad insoslayable, adjetivo que se define como aquello de lo que resulta imposible escapar ya te marches al hemisferio opuesto, o a las más remota de las latitudes. Si uno viviera en Sevilla huiría de su Feria de faralaes y peinetas como alma que lleva el diablo; en Pamplona alquilaría mi casa en sanfermines y no digo ya nada de otras festividades ruidosas o pringadas en salsa de tomate. Cualquiera puede evitar una tamborrada, una suelta de vaquillas, los cohetes subvencionados de ciertos barrios abulenses o hasta esa boda relamida para la que siempre hay una excusa con gesto falso de desdicha. No hay fiesta pública o privada, como decía, en la que uno no pueda ostentar el sano y gozoso privilegio de no acudir a algo porque no apetece o no te da la gana. Para casos ex

El príncipe azul

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(Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 1 de diciembre de 2015 dentro de la columna Club Diógenes) Contaremos hoy un cuento, un género que, como todos nuestros lectores saben, tiene a la vez elementos mágicos pero a la vez otros apegados a la inmediata realidad. Así, en el cuento pasamos sin notarlo de la descripción intrascendente a lo grotesco y estrambótico. Bien, me estoy poniendo académico (o estupendo): no posterguemos más el comienzo y dejemos al lector que juzgue por sí mismo este cuento que sabrá satisfacer sus pesadillas, dudas e ilusiones de aquí al 20 de diciembre. Érase una vez un comité electoral de un partido que se llamaba, además por antonomasia, el Partido. Tal denominación hacía que dentro de su organigrama se produjeran toda clase de dilogías, duplicaciones y juegos de palabras que llevaban a la confusión o al humorismo fácil. El mayor de los problemas lo sufrían las secretarias y recepcionistas, que nunca asimilaron aquel saludo telefónico de “