Amarilla muerte
(Artículo publicado en la sección Club Diógenes de El Diario de Ávila el martes 13 de febrero de 2018) “Mi corazón parece un árbol negro lleno de pájaros amarillos que chillan y taladran mi carne como en un martirio”. Lo dice Manuel Vilas en Ordesa, un recientísimo libro que salió publicado por Random House a finales de enero, y que lleva todo el camino de convertirse en uno de los hallazgos literarios del año (a la hora de redactar este artículo la imprenta vomitaba con velocidad ya la cuarta edición). ¿No es increíble? ¿No es envidiable? ¿Jubiloso? Mucho. Se atribuye a Larra la tergiversada frase de “escribir en España es llorar” y nos alegramos, por ello, de que al fin el bueno de Manuel Vilas, el contumaz, sarcástico, incisivo y polémico Vilas se lleve una alegría con este éxito repentino y merecido. Pero es que, además, en su caso, escribir es llorar. Y no es ahora ni una metáfora ni un cliché, de esos que usan con tanta frecuencia los periodistas actuales. Escribir es llorar