(De buena mañana). Estar en otra parte. - A los taxistas de Milán les gustan los clientes inquisitivos, los que no se cortan, los de la llaga. Es ahí cuando se vienen arriba, no solo automovilísticamente (son Nuvolari sobre una pista llena de obstáculos, patinetes, atascos y semáforos) sino en su locuacidad. La tarde milanesa, fruto de una huelga salvaje en los transportes públicos, había devenido en caótica y estrepitosa. De repente un taxi era el elemento más codiciado, mucho más que una botella de agua en el desierto. A la ópera, abrigos en mano, pajaritas y tacones, iban llegado melómanos y especies allegadas. El espacio delantero del Teatro Alla Scala se convirtió en una especie de intercambio, raudo y agreste: allí de donde salía un hombre mayor trajeado y una señora con vestido, se abalanzaba un pobre desesperado para recoger el taxi sobrante, en el cual tal vez habían quedado unas notas difusas de Chanel o de Acqua di Parma. Converso con uno de los taxistas sobre el Milán a