Savater
(Artículo publicado en la sección Club Diógenes de El Diario de Ávila el martes 10 de marzo de 2020) Al intelectual se le achican siempre los ojos. A esta condición física contribuyen no sólo los años bien vividos sino la quemazón invisible que produce el pasar hojas, el estudiar y disfrutar de corrido, como decían antiguamente, de cientos de palabras. El mundo tiene hoy, sin embargo, los ojos bien abiertos: somos como ciudades que no duermen, prestos siempre para la novedad, para la chispa, para el fulgor de lo inmediato y de lo perecedero, para el último tuit, para el último baile viral y la consigna. Si bien las pantallas afectan a los ojos, dudo mucho que dejen medallas en las heridas de guerra del alma. Al intelectual, sin embargo, se le secan siempre los ojos del esfuerzo aunque a veces una página refresque en forma de lágrima: cada palabra, cada oración puede ser banal pero también representa un fogonazo permantente, la salva jubilosa de una conquista, la bandera que muestr