Para vestir santos



De aquella novela crítica y filosófica de Azorín titulada La voluntad recuerda uno siempre el final: la tragedia silenciosa de ese impetuoso y domesticado Antonio Azorín que culmina su madurez arreglando en su pueblo los estandartes de la procesión. De ese otro impetuoso llamado C.A. que llegó a nuestro pueblo hace unos años se recordará, no obstante, la cantidad de tejemanejes, puntadas con o sin hilo y toda una colección de labores características de un subalterno que aspira a clavarle el estoque al primero que se tercie.

Me lo advirtió bien, hace ya mucho, un fino poeta madrileño: "menudo regalito que os lleváis para Ávila". Lo dijo sonriendo, como quien se desprende de un pesado fardo. Venía el periodista, por tanto, con fama de estoqueador altanero. Y aquí bregó con la política, con la Iglesia y con los medios. Y una vez que recogió los triunfos se llevó sus glorias hacia otra parte, dejando al poeta local cabizbajo y sin resuello.

Nos enteramos ahora de su elección para componer un himno religioso. Bendito galardón. Seguro que, como es propio de él, anda por unos sitios y por otros henchido de gloria y perfumado en incienso. Pero al leer la noticia me he acordado de aquel pobre Antonio Azorín: tanto recorrido para esto...

Comentarios

Otras entradas de este diario.

De buena mañana. 18 de agosto. Anís del mono.

De buena mañana. 20 de agosto. Eléctrico.

De buena mañana. 11 de agosto. El arte de no hacer nada.

De buena mañana. 20 de julio. Vendrá la muerte.

¿Qué fue mayo?

De buena mañana. 11 de octubre. Chuflas de gato.