De buena mañana. 8 de noviembre. Poppies.

 (De buena mañana) Poppies.


- Se conocen como poppies, que traduciríamos como amapolas. Importa que no sean auténticas sino de papel o cartulina. Suelen hacerlas las entidades benéficas, los colegios, muchas asociaciones y voluntarios. No hay conductor de autobús, taxista, empleado de unos grandes almacenes, ejecutivo, policía o político que no lleve estos días de noviembre una Poppy en el ojal o el sombrero. Londres está plagado de monumentos a los héroes y las víctimas de la primera y segunda Guerra Mundial. Y van llenándose estos días de coronas hechas de poppies.

Surgió todo de un poema escrito en 1918 en el fragor de la primera guerra mundial, la Gran Guerra, quizá la última de las guerras románticas si se puede utilizar este oxímoron sin sentido. "En los campos de batalla de Flandes crecen las amapolas". Las hojas del otoño tardío en Londres se mezclaban estos días pasados con las amapolas artesanas.

Han pasado más de cien años de la primera guerra. Ya no queda ningún superviviente. Hace tiempo vimos a alguno de ellos pasear con sus muletas o sus carritos en las inmediaciones del Royal Hospital de Chelsea. Ya todos son historia. Enternece pensar que una nación (concepto pesado) aún es capaz de unirse y recordar algo juntos. Aquí en España no hay acuerdo ni en un homenaje a una tragedia de hace apenas un año. En España más que amapolas deberíamos dibujar y recortar cardos, ramos de espinos, berzas.

- En el teatro, el National Theatre, asisto a la enésima versión de Hamlet. Es una obra que, leída o representada me impacta de principio a fin: la visión fantasmagórica del principio, el juego con los huesos, la locura femenina, el vicio del poder. Sucede esta nueva versión de forma rápida y lenta. Son casi tres horas pero los monólogos van casi rapeados, indescifrables casi para un inglés. De Hamlet hace un actor negro. De Ofelia una joven actriz ejem, como diríamos, enana, o como se dice ahora "vertically challenged". En España Urtasun les ha prohibido actuar en espectáculos cómico-taurinos. La puesta en escena es elegante como fría. El misterio de la muerte ha desparecido. Todo pasa, nada queda. Se aplaude por cortesía al final. Cuando al teatro le robas el alma de su época y nos vendes un cuento contemporáneo pasa esto.

- Paseo por un Brixton animadísimo a mediodía. Señoras que vienen del mercado, autobuses repletos, olor a curry, a especias. Mayoría negra. En el autobús de vuelta al centro, cambian los porcentajes. La policía cuenta que hay más o menos un apuñalamiento al día en ese barrio. Apenas hay poppies. En las esquinas hay ramos de flores ajados sujetos con celo a una papelera o una farola. Piensas en las víctimas recientes que vieron allí sus últimos destellos. Al día siguiente paseo por Hackney, antiguo suburbio reconvertido ahora en zona cool tras los juegos olímpicos. Mayoría blanca. Cafés en vasos de papel. Panaderías de diseño a diez libras el pan de masa madre. Bebidas orgánicas con jengibre. El Victoria and Albert ha abierto allí un almacén visitable. No hay un único Londres. Ni siquiera se mezclan.

© Texto y fotos David Ferrer, 2025.
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