Por una cita

(Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 4 de abril de 2017 dentro de la columna Club Diógenes)

Se me quejaba recientemente un alumno de que le hubiera echado atrás un ensayo por la única razón, según él, de no haber citado las fuentes de información y. además, por no haber atribuido unos cuantos párrafos a su legítimo autor. Es decir, al uso desaforado de dos habituales y útiles comandos informáticos, conocidos como copiar y pegar. Si nadie se entera, me decía. Y es algo que hacemos en todas las asignaturas, recalcó con disgusto.  La afirmación me pareció un síntoma de la escasa relevancia que hoy en día tienen en nuestro sistema educativo la investigación y el trabajo creativos, acostumbrados, como estamos, a libros de texto plúmbeos, repeticiones aburridas y alumnos que se sienten cómodos en la mecánica somnolencia. Me aburro en las clases, confesaba en la misma semana otro alumno aún más joven. Sospecho que, al igual que en la asignatura de literatura, ocurre lo mismo en las demás, desde la práctica de idiomas a las ciencias experimentales, donde estas deberían hacer honor a su nombre. Y pocas veces lo hacen, pese al esfuerzo contra corriente de unos cuantos profesores. Y el resultado es, como vemos, la vía fácil, cuando no el sueño. 

 Conocemos en estos años últimos ya unos cuantos casos de plagio y falsificaciones de currículum en los políticos o en sus círculos, lo cual me da por pensar que el actual, el anterior y el pretérito sistema educativo son la perfecta escuela para lograr tales puestos. De los actuales políticos en activo se conocen pocos casos con un currículum académico estimable y pese a que la mayoría han paseado sus caderas por la universidad, en grandes números han saltado ipso facto a los cuadros de dirección provinciales o estatales, sin necesidad de haber escrito o publicado algo fecundo. Y menos, haber realizado un trabajo independiente y reconocido. Los hay que, sin embargo, y cuando ya tienen cierto recorrido televisivo, se lanzan a la publicación de unos subproductos literarios de fácil digestión y que, seguramente, haya escrito un negro (con perdón). Estos deudores y apuntaladores de los sistemas educativos hacen discursos floridos o pergeñan artículos llenos de citas que nunca contrastan ni sostienen, ya sea para hablar del nuevo orden mundial como para otras menudencias locales. Cogen de aquí y de allá, recortan un poco de tal libro, roban de otro y se hacen así una carrerilla rápida y aparentemente lustrosa, acompañada de una corte de aduladores del propio partido: es que este chico o esta chica valen mucho y llegará lejos.

 Se pregunta uno de donde sacan tiempo estos genios de la política para escribir esas bagatelas cuando a lo largo del día no paran de asistir a inauguraciones, de responder de lo humano y lo divino en las tertulias, de acudir a las farragosas e inútiles reuniones de partido, amén de estrechar manos, dar discursos, firmar tantos decretos propios de su cargo y de otras tantas actividades que agotarían los verbos en infinitivo. Debería aconsejar a mi alumno que siga copiando y pegando, y que no importa la cita ni la correcta bibliografía. Quizá sin saberlo se esté labrando una brillante carrera de político, donde el robo intelectual, menos polémico que el económico, acaba casi siempre siendo gratuito. Ánimo, muchacho, siempre podrás ser concejal, al menos.



David Ferrer





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