De buena mañana. 2 de diciembre. Deambulatorio.

 (De buena mañana) Deambulatorio.


- Por primera vez en muchos años encontré abierta la iglesia de Santa Maria del Giglio en Venecia. Es un ejercicio egocéntrico y onanista de culto a la propia familia, genuino en La Serenissima y que sería imposible en cualquier otro lugar. De allí al Canareggio y el ghetto judío en un precioso atardecer. Recordé el Mercader de Venecia. Tuve que cubrirme la cabeza para visitar la sinagoga española y la levantina y salimos de allí justo a la hora en que los judíos jasídicos regresaban a sus casas, con sus sombreros, levitas y tirabuzones. Venecia es en esta época y en este barrio un oasis. Dije una vez que no volvería. Pero sí, volvería mil veces. A esa Venecia incógnita, solitaria y triste.

- En Verona tengo la oportunidad de saludar a Filippo Destrieri. Durante muchos años fue la mano derecha de Franco Battiato, cuyo prestigio musical y ético no ha descendido un ápice en Italia. Have años, en el maremágnum de la política italiana, se pedía a voces que Battiato accediera a la presidencia de la república. Hizo bien en no hacerlo. Con Destrieri recuerdo aquellos años gloriosos, que a mi me pillaron en mi adolescencia. Es que Battiato fue un visionario, adelantado en todo. Deambulaba por donde otros no iban.

- Paseamos por la ciudad de Ávila con Andrés Trapiello, con motivo de la presentación en la ciudad de su nueva y lograda novela. Un buen número de gente, unas buenas ventas de libros. El Diario de Ávila ha hecho un gran despliegue son motivo de la visita. Otros medios de la ciudad se han negado a dar la información sobre el acto: aquí se juegan viejas cartas sobre quién eres tú y lo que soy yo para decidir qué es información y qué no es. Al viejo periodista del jersey de la pelotilla, un progre contumaz, me lo encontré precisamente en un concierto de Battiato en Madrid hace años. Me miró sorprendido. Ah, no sabía que en Ávila a alguien le gustara Battiato. Me dijo. Sí, me gusta mucho Franco le respondí. Con lo de Trapiello ha decretado una fatwa: nada por aquí, nada por allá. Como si no hubiera venido. Después del acto y de la cena, deambulamos encantados por una ciudad de temperatura otoñal y misterios profundos. En los días siguientes, el periodisto siguió sin decir nada. Estará deambulando en otros quehaceres.


© Texto y fotos David Ferrer, 2024
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