De buena mañana. 7 de febrero. A China.
(De buena mañana) A China.
- ¿No te gustaría viajar a China? me preguntan. Planteada esta cuestión hace un siglo, se te llenaría la cabeza de capitanes intrépidos, marineros taimados, tempestades y aventuras sin fin. Ahora hasta el más tonto viaja a Malasia o a algún sitio más lejano. El problema de las preguntas es tener una respuesta adecuada. No vale un sí, bueno, a lo mejor. Así que respondí a mi interlocutora: "no hay un solo libro en mi biblioteca que trate de la cultura china, así que no puedo viajar allí". Y es cierto. Los viajes se han hecho cómodos, fáciles de contratar, con información instantánea y esto hace, y no me opongo, que pueda viajar cualquiera que no sabe datar el Panteón o la catedral de Reims. Se llama democracia y es imperfecta. Pero la cultura y las ganas por saber no se reparten por igual. Por eso es más fácil viajar a China, Indonesia, Malasia o Filipinas que a Delfos o a la corte de los Gonzaga en Mantua. En China no hay bagaje que valga. Quiero seguir siendo un exquisito. Y cada viaje debe seguir siendo un estudio, un apartado en mi biblioteca.
En Salamanca me cruzo con gente emocionada por la celebración del año chino. Como ya va siendo habitual, nos han plantado en medio de la plaza la imagen de una gorda dorada con una sonrisa siniestra. Es de un artista de aquellos mares al que denominan el Botero oriental. Yo más bien creo que es un botijo oriental y el Ayuntamiento de Salamanca una legión de almireces a los que les da lo mismo el ajo que la cayena. A la vuelta doy un rodeo para no ver la estatua. Espero que pase pronto el año chino y la botija del Botero.
- Tomo café con Gustavo y coincido con antiguos compañeros. La Rush hour del recreo. Sabe mucho de antigüedades y tiene siempre alguna curiosidad que ha encontrado en un mercado de por aquí y de por allá. Nunca he entendido de mercadillos ni de rastros. Creo que me darían gato por liebre. A veces me gustaría saber de ello pero hay demasiadas cosas sobre las que tengo preguntas y nunca tendré buenas respuestas. El mismo día de lo chino, me paré precisamente ante el escaparte de un anticuario. Entre la gorda dorada y un San Jerónimo o un San Sebastián divino, me quedo con el segundo, eso lo tengo claro. ¿Valdrá lo mismo una que el otro?
- Han pasado cuatro años de la última vez que pisé un cine. Costumbre pretérita y propósito eterno: volver al cine. La ocasión la pintan bella y tengo que ver lo último de Sorrentino, Parthenope. Tiene concomitancias con La gran belleza y confieso que no pude pestañear en más de dos horas y media. Cada plano es un mundo, cada diálogo una pregunta con respuesta. No quiero salir del cine. A eso se le llama arte. Y no chino.
© Texto y fotos David Ferrer, 2025.
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