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De buena mañana. 2 de noviembre. Noviembre y muerte.

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  (De buena mañana) Noviembre y muerte. - Inmersos en una corriente de destrucción y muerte como la que se ha llevado varias localidades de Valencia, debe quedar el silencio, la ayuda y el luto. Después, evidentemente, las explicaciones y las dimisiones. Que debería haberlas. En Valencia y en Madrid. Uno comprende que catástrofes tan repentinas son imposibles de calibrar en su justa medida. Quien viva o viaje con frecuencia por la zona se ha encontrado más de una vez ante temores y avisos. Salía yo de un parking hace años en el centro de Valencia y recordé el título aquel de "el río que nos lleva". Nunca había visto llover de ese modo y era imposible gobernar el volante. Por suerte paró en poco tiempo y quedó todo en una anécdota. En otra ocasión se avisó de una tormenta inminente y yo solo pensaba en mi coche aparcado en una calle. Somos, como decía Manuel Vilas en Ordesa , una generación apegada a su vehículo. Tu coche. Tu pertenencia. Tampoco pasó nada. Ahora sí. Y ha sido

De buena mañana. 11 de octubre. Maleantes

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  (De buena mañana) Maleantes. - En la esquina de un bar discutían dos personajes mayores. No demasiado pero con ese aspecto avejentado, a la contra del tiempo, como llamador de la muerte que toman algunas personas en ciudades de provincia y, supongo, en algunos barrios de Madrid. Hablaban de un tercero al que uno de ellos tachó de "maleante". Comenzó enseguida una discusión lexicográfíca sobre tal improperio, haciendo como se hacen todas las investigaciones, con una pregunta: - a ver, define maleante, dime tú por qué es un maleante. - Porque malea, porque hace malo todo lo que toca - contestó el otro sin arrumbarse. - Pues todos somos maleantes entonces. - No tanto como ese. Venga, pon otra. El maleante por supuesto no compareció ni los solitarios del bar supimos después en qué consistía su "malear", su malaje, su malandanza. De ahí pasaron a hablar de Pedro Sánchez, lo cual ni está bien ni está mal, sino que como las fichas del Tetris van colocándose en su sitio,

De buena mañana. 4 de octubre. Lances de veneno.

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  (De buena mañana) Lances de veneno. - Entre las ocho y las nueve de la mañana, la Alameda de Hércules de Sevilla hace un descanso en el bullir y el trasiego. Como por encanto, los bares se colman y circulan sin parar los cafés, los calentitos y las tostadas. Los camareros toman las comandas de memoria. El desayuno en Andalucía debería ser declarado Bien de Interés Cultural y declarar una hora obligatoria de parada. A pesar de su fealdad ochentera que no tiene remedio, siempre acabo por la Alameda. Así lo declaraba Alberti en su llanto por Joselito: "Que pueda, Virgen, que pueda / volver con sangre a Sevilla / y al frente de mi cuadrilla / lucirme por la Alameda". He buscado muchas veces su casa, pero nunca encuentro su ubicación exacta. Tampoco he encontrado esta vez la estatua de Chicuelo. La tapará alguna terraza o alguna sombrilla. La amenaza sobre este barrio, que tiene la protección cercana del Gran Poder y de la Macarena, es cada vez más palpable. Uno de cada diez po

De buena mañana. 28 de septiembre. Ahuyentadora del caos.

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  (De buena mañana) Ahuyentadora del caos. - Se ha formado una cola intensa y bullanguera en una de las dependencias administrativas de la universidad. En parte porque es época de trámites y, de manera más práctica, porque fuera llueve. Los funcionarios se hacen entender como pueden ante las legiones de chinos que pueblan los estudios salmantinos. Me consta que cada vez son más, con niveles ínfimos de español eso sí, lo cual no es problema para la universidad que acoge con fervor sus ingresos y pagos. Pagan religiosamente. Mucho. Como a los chinos no los entiendo, me dedico a escuchar una conversación atrás sobre el rector. El asunto sigue candente. De hecho ya se habla sin pudor del asunto en los pasillos de la propia casa, a menos de cien metros de su despacho. Su caso no parece muy extraño pues si se vigilara el sistema de publicaciones y de autobombo de la academia universitaria de los últimos treinta años, un tercio quedaría trasquilado. La lluvia caía afuera, los chinos usaban el

De buena mañana. 19 de septiembre. Normalizar.

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  (De buena mañana) Normalizar. - Cuando me aburro, expurgo la biblioteca y hago mini secciones. Son volátiles y poco permanentes porque responden a una necesidad bibliófila del momento, a casualidades de las compras, a cuestiones académicas o gustos perecederos. El año pasado tuve que crear una sección dantesca; hace tiempo otra sobre la muerte y sus lugares (ha ido creciendo); tengo varias estantes llenos sobre Londres y estos días, en mi retiro ajardinado y horticultor de lectura, dispuse una mini biblioteca de asuntos naturales, de la tierra: ecléctica a más no poder. A veces estas secciones cobran un sentido y vas completándolas; en otras ocasiones se clausuran rápidamente, no dan más de sí. La buena biblioteca es móvil. Los libros vienen y van, suben y bajan. Suben a lo más alto en una especie de exilio y, pasado un tiempo de suplicio, requieren algo de cariño y retornan a las baldas inferiores. Desconfío de la gente que tiene bibliotecas perfectas, simétricas, inmóviles. Hace ti

Vuelve La feliz Inglaterra

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 Un curso ameno y sorprendente sobre arte, historia y literatura británica. Martes a las 17 horas en Fundación Ávila. Matrícula ya abierta. Plazas limitadas.  Fundación Avila

De buena mañana. 8 de septiembre. Viva Cuenca.

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  De buena mañana. Viva Cuenca. - Nunca habíamos estado en Cuenca, ciudad en medio de algo y de la que se tienen escasas referencias. El viaje nos llevó entre extensos pinares que de repente desaparecieron en una planicie algo inhóspita en ese final de agosto. Como la ciudad estaba en fiestas, y toreaba Morante un día, Roca Rey al otro, fue difícil encontrar un hotel. Tuvimos suerte en uno que se ajustaba a la perfección con el emplazamiento. Cuenca se divide en dos ciudades. Para la bonita, la antigua, hay que entrenar las piernas, echar el hígado por la boca y crearle una tensión a mis pulmones, que por suerte son de no fumador. Cuesta para arriba, peldaños, escaleras, adoquines, calles sinuosas. La catedral es una rareza del gótico. Pero todo se ve con el agotamiento de quien ha subido a una cumbre. La parte nueva de la ciudad podría haber aparecido en cualquier película de Garci. Edificios, establecimientos y bares se han congelado en los setenta y los ochenta. Es un emplazamiento

De buena mañana. 20 de agosto. Eléctrico.

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  (De buena mañana) Eléctrico. - De camino a Villamayor, a las afueras de Salamanca, veo una enorme estación eléctrica. Con toda seguridad abastece a media ciudad. Paro el coche en una vía de servicio y hago una foto. ¿Una foto de esa estructura ordenada de torretas y de cables? Claro, hay belleza en todas partes. Más allá de la valla se acerca un guardia de seguridad, un vigilante privado o la denominación que tengan. - Pocos se paran a contemplar esto. - Pues es realmente impresionante. - Me alegra que lo vea así, estamos tan acostumbrados a la electricidad que ya no la valoramos. - ¿Le sorprende a usted también? - Mucho. Si mi turno de trabajo es de noche veo unos amaneceres increíbles entre las líneas. Y si se espera hacia las nueve y media (miró el reloj para decirlo) verá qué atardeceres. - Sí, tienen pinta de ser impresionantes. ¿Y no le da miedo? - Antes sí. Nos decían que tuviéramos cuidado por los sabotajes y los atentados. Pero aquí no para nadie. - Bueno, yo he parado. - Po

De buena mañana. 18 de agosto. Anís del mono.

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  (De buena mañana) Anís del mono. - Desconozco casi todo de los gatos. No sería capaz de tener uno en casa. Pero, como decía mi querido Luis Antonio de Villena, al llamarlos los "gatos príncipes", veo algo majestuoso, individualista, egocéntrico y sublime en esos animales. Sin embargo, como digo, sería incapaz de adoptarlos como mascotas. Desde hace un tiempo, un gato blanco y uno negro se alternan en la parcela para hacer una visita. Lo hacen de manera sigilosa, siempre por el mismo sitio, siempre a la misma hora. De todo el espacio (el huerto, el jardín verde, las escaleras ruinosas, la casa, el espacio seco), han decidido presentarse por el jardincillo inglés, donde vigilan mudas las figuras de Helena de Troya y la de Afrodita. Se alternan: unos días llega el gato blanco, y otros el gato negro. Nunca juntos. A las ocho de la tarde. Aparecen de repente en el murete y allí se paran un tiempo junto a la estatua de Afrodita, con la cual han establecido una amistad que parece