(De buena mañana) Anís del mono. - Desconozco casi todo de los gatos. No sería capaz de tener uno en casa. Pero, como decía mi querido Luis Antonio de Villena, al llamarlos los "gatos príncipes", veo algo majestuoso, individualista, egocéntrico y sublime en esos animales. Sin embargo, como digo, sería incapaz de adoptarlos como mascotas. Desde hace un tiempo, un gato blanco y uno negro se alternan en la parcela para hacer una visita. Lo hacen de manera sigilosa, siempre por el mismo sitio, siempre a la misma hora. De todo el espacio (el huerto, el jardín verde, las escaleras ruinosas, la casa, el espacio seco), han decidido presentarse por el jardincillo inglés, donde vigilan mudas las figuras de Helena de Troya y la de Afrodita. Se alternan: unos días llega el gato blanco, y otros el gato negro. Nunca juntos. A las ocho de la tarde. Aparecen de repente en el murete y allí se paran un tiempo junto a la estatua de Afrodita, con la cual han establecido una amistad que parece