De buena mañana. 18 de octubre. Que pase el siguiente.

 (De buena mañana) Que pase el siguiente.

- Por eso de los méritos, me inscribí en un congreso celebrado esta semana en la Universidad de Salamanca. Lo hice para leer una ponencia, la cual finalmente solté en una mañana de diario ante un auditorio pletórico y enfervorizado de... seis personas. Y yo mismo, que en la misma sesión hice de conferenciante y de público. ¿Había gente? Suele preguntarse cuando alguien te cuenta que ha asistido a un acto. ¿Había gente en mi ponencia? Pues sí: la moderadora de la mesa, la que había expuesto antes de mí, tres personas de su abnegada familia y la otra joven que había de hablar después. Cuando acabé mi intervención, y tras un pequeño coloquio, me fui corriendo en busca de un salvífico café, con lo cual, me temo, a la pobre que iba a disertar después. la escuchó la moderadora de la mesa y no sé si alguien más. Antes, por lo menos los bedeles de las facultades se colaban en las charlas. Ya ni eso.

Cuando se habla de la endogamia de la universidad, no se trata de aquel nepotismo de antaño donde un catedrático enchufaba a su hija o a su sobrino. El problema es que ahora se ha creado un sistema de puntos, méritos y requisitos donde doctorandos, asociados, titulares se ven obligados a disertar aquí y allá, a publicar como sea y donde sea y aparecer en cualquier foro de la manera que sea más inmediata. La razón científica y el poso académico que esto deja, no lo sabe nadie. Yo hablé allí, me escucharon por cortesía y no pasó nada. Y así con los ochenta que expusieron sus trabajos a lo largo de tres maratonianas jornadas que, por supuesto, yo me perdí. Son las cosas de la edad. La mayoría tenían entre 25 y 30 años y hablan ensimismados de la cuestión de género, de los efectos del cambio climático en la literatura o de los paradigmas del canon heteropatriarcal en los modelos deconstructivos de la narrativa del boom. Boom. Eso era todo, un petardo.

Una vez Eugenio D´Ors dijo que en las tardes de Madrid o das una conferencia o te la dan. Pues eso.

Al menos en el café conocí a una chica italiana, que disertó antes de mí, y que parecía sacada de un cuadro de Piero della Francesca.

Cuando me fui, los oradores seguían hablando. Uno tras otro. Que pase el siguiente.

- La universidad está como está, pero si bajas al nivel inferior, es como ir a los infiernos, pero sin Virgilio y sin Dante, por supuesto. Comienzo a hablar de la corte artúrica y un alumno me pregunta si eso no es una cosa que está en Disneyland París. En otro curso, una alumna me reprocha que quién soy yo para decidir lo que se puede hacer o no en una clase.

- Una semana casi ya desde la despedida inesperada de Morante. Al margen de la conmoción en sí que supuso el gesto, y de la que hablo y hablaré en los otros espacios, me han llamado la atención los mensajes aparecidos en redes de otros toreros. Todos le hablan de usted: gracias, Maestro, por su compromiso. En el escalafón taurino se sigue a rajatabla el respeto, el orden, el concierto. Se usa el usted, se marca una distancia. La tauromaquia es probablemente el espacio más afectivo y solemne de nuestra civilización. Y es que además, con la baja de Morante, es imposible decir lo de "que pase el siguiente". Muy a nuestro pesar no hay otro.

© Texto y fotos David Ferrer, 2025.
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