De buena mañana. 28 de diciembre. Cosas acaecidas en Roma.
- De buena mañana. 28 de diciembre. Cosas acaecidas en Roma.
- De un tiempo a esta parte el turista más tonto y servil es, sin duda, el de España. Lo fue en un tiempo el chino, el alemán, el británico. Ya no. España es un país productor de turistas gregarios. Y la mala educación, la deslectura ha hecho el resto.
- No sé por qué ni a cuento de qué. Bueno, lo sé: alguna influencer de Instagram y de tik tok hace que los españoles menores de 40 años sigan al flautista de Hammelin en sus viajes y no se salgan un metro de los lugares donde hay que estar y donde hay que dejarse verse y retratar.
- Un ejemplo: en la iglesia de San Ignacio de Loyola hay una cola kilométrica para que cientos de bobos, la mayoría españoles, se hagan una foto en un espejo que apunta al fresco.
- A menos de un kilómetro nadie entra en Santa Maria in Valicella, la iglesia de los oratorianos, para ver el esplendor barroco en homenaje a San Felipe Neri. Tampoco en el Gesú o Sant Andrea della Valle.
- Paseamos solos por la Galleria Spada, por el Museo Nazionale romano, por otros tantos sitios. Por suerte, no hay tiktoker aún que los haya redescubierto.
- La Fontana di Trevi a punto del colapso. Dimos un rodeo para evitarlo.
- En soledad, Roma celebra la gloria del pintor Carlo Maratta, de quien hablé en un artículo que está en prensa.
- Hace diez o quince años, había colas de españoles para visitar la Biblioteca Casanatense. Una joya. ¿La razón? Enric González había sacado un precioso libro por entonces sobre la ciudad. Ahora no la visita nadie. ¿La razón? La mayor parte de los españoles no compran ni leen libros para viajar. Solo siguen a sus instagrammers favoritos. Otro éxito más de la educación y la cultura progresista.
- En un Trastevere vacío ceno muy bien en un restaurante nuevo, de autor. Cuatro mesas apenas. Un ambiente íntimo y delicado. A cien metros hay una cola de otros cien españoles para a un ruidoso restaurante del que hablan en las redes. Ni cobrando me meto allí.
- De nuevo, como en Nápoles, el taxista me pregunta si soy milanés. Curiosamente esta pregunta no me la hicieron en Milán hace tres semanas. Le pregunto al taxista por qué lo piensa. La fascia, l´accento, il giubotto. El rostro, el acento, el abrigo. Me gusta ser milanés por Italia.
- Menos de un tercio de entrada para ver al Papa Leone en San Pedro el sábado. No parece que este pontífice, de perfil más alto que el anterior, despierte aún fervor entre las masas. La cosa va bien entonces. Lo vemos tan cerca que puedo decir aquella famosa frase: "el papa me mira a mi".
- Cientos y cientos hacen cola para ver la tumba del anterior papa en Santa Maria la Maggiore. Se cumple ese axioma de que menos es más, y que cuanto más sencillez pretendida, mayor es la gloria buscada. Nadie se percata de la humilde tumba de Bernini.
- Un poco antes, en una solitaria mañana romana, decenas de carabinieri y policías de paisano aguardan a Matarella en el Senado. No me da tiempo a verlo. o César o nada. O el Papa o Matarella.
- Acudir en Roma a un concierto del romano por excelencia, Antonello Venditti vale tanto como cruzar una Puerta Santa. Termina todo con Roma Capoccia, Roma Cabezota.
- Un autobús solitario te lleva a los cementerios romanos. Solo para en ellos. Bajo en Verano. San Lorenzo fuori le Mura me sigue pareciendo la más bella de las basílicas romanas. A la salida un precioso atardecer enmarca la estatua de Pio XII. Es tal la belleza que deseo morir en éxtasis: le pido a un taxista que me lleve a la Galleria Spada para ver el trampantojo de Borromini. Estamos solos. No se lo digáis a nadie.
- En La Feltrinelli decenas de libros sobre San Francisco, Francesco. Será un gran centenario. Hago acopio.
Cada vez que vuelvo de Roma, huelo a incienso. Una vez al año no hace daño.
El Maxxi Museum anuncia una exposición en 2026 sobre Franco Battiato. En Roma lo vi en uno de sus últimos conciertos. Creo que ya tengo motivo para la vuelta.






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