El día del libro y usted
(Este artículo fue publicado en El Diario de Ávila en la sección Club Diógenes el 22 de abril de 2014)
Cuando lea usted estas líneas,
estaremos a punto de iniciar una nueva conmemoración del Día del
Libro: puede que se hable de Cervantes, de Shakespeare, de García Márquez o que aparezcan en la
televisión algunos rostros más o
menos conocidos firmando alguno de sus libros. Cabe la posibilidad de que usted no se acuerde de todo ello.
Y es posible que usted no lea este artículo,
pues habitualmente se salta cualquier referencia que lleve la marca cultura,
quizá porque nadie se ha preocupado de explicarle que debería ser uno de los pilares de esa llamada marca España. Puede que ni siquiera llegue a la ubicación exacta de este artículo
porque sólo se publica en papel y a usted alguien le ha
convencido de que todo lo que no venga en una pantalla es tan antiguo y tan atávico como pedirse a media tarde un cóctel old fashioned.
Pero cabe la
posibilidad de que usted sea ese buen ciudadano que todavía cree en los libros y que, por ello, me agradezca en
estas vísperas la publicación de
este mal artículo. Puede que usted sea esa persona que confía en su librero, que siempre deja algo de su
presupuesto mensual para comprar algunas novedades y que, además, las recomienda y se las presta (con advertencia de
su devolución) a sus cercanas amistades. Observa usted todas las editoriales atractivas, todos esos títulos curiosos y sufre porque no hay tiempo ni dinero
para tanto. Es usted, en fin, un integrante de ese 15% de buenos españoles que todavía
consume productos culturales. Enhorabuena. Ha resistido usted muchos embates:
ha superado la sobrecarga de la mercadotecnia y se ha opuesto a las acechanzas
de su vecino que, con 50 megas de conexión
ultraveloz, se pitorrea de usted cuando llega a casa con su bolsita de libros.
Pero usted es un buen ciudadano y sabe que los libros le acompañan y que, con su aportación, colabora con un sector muy malherido.
Puede que usted
sea esa persona que comprende lo que digo, pero que se pierde en una librería. Le entiendo: yo también
me pierdo en algunos supermercados. Pero mañana es
un día perfecto y espero que no le parezca inconsecuente el
símil: sé que usted se fía de su carnicero y de su frutero. Haga lo propio con
los libros. Busque igualmente su librero de referencia. Lo sé, quedan pocos. Algunos no lo son y otros están en pleno estado de desánimo.
Queda todavía el buen librero que cree en el libro como producto
estrella de su negocio: el que entiende, el que no impone y que sabe intuir las
debilidades de un cliente. Pase mañana por
una de estas librerías. Observe la variedad.
Elija aquellas editoriales (muchas) que apuestan por el libro de calidad.
Desconfíe de los presentadores metidos a novelistas de éxito, de las sagas eróticas
de moda y de esas editoriales de falsos escritores que pagan por publicarse. No
lo olvide: siempre ha habido un filtro, un canon. Es una barrera inevitable
porque nadie dijo que leer fuera fácil.
Usted no
celebrará
el Día del
Libro. Da igual, porque no habrá leído este texto. Para el otro usted será un día espléndido. Disfrute de sus compras. Y al tercer usted, al
tapado, al que no sabe hacia qué lado dirigirse, yo le pido
que no caiga en ese 85% de españoles que piratean (roban)
contenidos culturales. No abuse de un sector que es a la vez una fuente de
riqueza espiritual y una red de puestos de trabajo. Feliz día a lectores, libreros, impresores, distribuidores y
editores. Porque además de persistir en eso son
valientes.
David Ferrer
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