La escoba

(Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 9 de junio de 2015 dentro de la columna Club Diógenes)

Menuda la que has armado, me dice doña Luisa. Esta mujer, a la que sólo veo de cuando en cuando, tiene, sin embargo, una profesionalidad innata para montar un chisme de lo que debería ser una mera conversación protocolaria, circunstancia bien aprendida por la edad o por el oficio de la limpieza. Doña Luisa, que podría haberse ya jubilado si no fuera porque tiene unos cuantos hijos (más de uno en paro), unos nietos y algún perro, continúa en sus quehaceres diarios dando lustre en casas ajenas de variado postín y en oficinas grises donde a diario sobreviven los mortales. En otras palabras, doña Luisa es limpiadora y quien calla otorga, es decir, quien limpia, escucha. Menuda la que has armado con tu artículo anterior, me repite esta mujer con desparpajo. Insisto en que no fue para tanto, que se trataba sólo de un divertimento escrito en el aburrimiento de la época electoral y que, precisamente ahí, sigo justificándome, me tocaba enviar mi artículo mensual para este medio. Ay, no majo, retoma con presteza su hilo doña Luisa, no, no, que al día siguiente me tocó hacer limpieza en la sede del partido y… ¿Y, doña Luisa?, pregunto al vuelo: pues que si lo del estafermo, que si el soso del candidato, que si esas comparaciones hacen daño… A buen entendedor, las palabras sobran y es ahí donde la limpiadora hace uso oral de la elipsis y los puntos suspensivos. Y vuelta a la fregona, que la lejía es el mejor aliado del silencio donde acaso las paredes oigan. 

¿Y usted que va tanto por el partido, cómo ve la cosa? le pregunto curioso a doña Luisa. Uy, yo de esas cosas no sé pero me he llevado muchos folletos con la cara del candidato. Verás tú: a mis nietos los tengo recortando. ¿Te acuerdas de la cara del candidato? Mi nieto pequeño recorta primorosamente sin saltarse un pelo pero a mi nieta, que es más mayor y ya va por libre, le sale una vena destructiva y se dedica a ponerle gafas, cuernos o bigote. ¿Y cuántos folletos del partido se ha llevado a casa, doña Luisa? Cajas enteras, responde: desde lo de tu artículo se vio que iban sobrando y hasta a los más jóvenes parecía que les daba coraje ir repartiéndolos. Otros, los viejos y los veteranos, cogían los carteles y los trípticos y los miraban con pena como diciendo, ¿será verdad que nos hemos equivocado? Y lo dejaban en un rincón, como el que tira con disimulo el envoltorio del caramelo. Así que, ya ves, en casa tengo papeles para recortar, para apuntar recetas, para apuntalar los muebles y para el relleno de algún cojín, así que nadie diga luego que las campañas electorales son cosa mala. Pues parece, doña Luisa, que las cosas tocan a cambio, o eso dicen. Y tanto, joven, y tanto, que hasta mi empresa me ha quitado horas de limpieza en ese partido y me las ha aumentado en el otro. Eso está bien, doña Luisa, me alegra que aunque algunos pierdan, usted tenga siempre un lugar donde poner su escoba y limpiar allí fuerte, pero que muy fuerte.


David Ferrer



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