La ciénaga

Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 12 de julio de 2016 dentro de la columna Club Diógenes)

El Diccionario de la RAE afirma que una ciénaga es “un lugar o paraje lleno de cieno o pantanoso”. Sin embargo, suele utilizarse este vocablo con connotaciones negativas y despectivas diferentes para las que sería mejor usar muladar, estercolero, escombrera o pozo negro. En resumen, un lugar concreto hacia donde van todos los desechos, fluidos o materiales inservibles y de aspecto insalubre o no agradable. Hace pocos días, en cualquier caso, pasé diez horas en una ciénaga. Hablo, como siempre, de manera metafórica y tampoco el tiempo es exacto. Se trata, sin más, de las horas que tardé en abrir y clausurar una cuenta de Twitter y otra, asociada a ella, de Periscope. Como una columna de prensa ha de ser lo más didáctica posible, creo que no es necesario explicar aquí en qué consiste esa veterana red social, aunque la segunda es bastante menos conocida: en Periscope, al margen de lo que retransmitan algunos famosillos, uno puede observar lo que hacen y dicen unos cuantos patanes, conocer exactamente su ubicación, introducirse gracias a la retransmisión directa en sus habitaciones, alcobas o salones y hacerles preguntas. Y usted, si tiene una cuenta de Periscope, puede hacer lo mismo. En definitiva, como en esa frase que se atribuye a Warhol, lograr de manera instantánea sus quince minutos de fama.

Uno ha probado desde hace casi veinte años todas las redes sociales: algunas han ido desapareciendo, otras se han quedado obsoletas y, por último, se han descartado por pudor o decencia otras cuantas. No es malo comunicarse por esas redes pero es cierto que algunas de ellas, como los casos de Twitter y Periscope, traspasan la mera intención comunicativa para convertirse a menudo en una ciénaga, un estercolero, un muladar, y a sus usuarios en violentos y peligrosos desechos. Así que, en esas diez horas que mantuve una cuenta abierta, observé en primer lugar el aburrimiento. Este sopor, este tedio, questa noia mortale de nuestro tiempo, que diría el gran Franco Battiato, es a la vez el síntoma y el destino de sus usuarios: se tuitea  o se hace un Periscope, exponiendo tu cuerpo, tu intimidad y hasta tus pertenencias, porque se aburren. En segundo lugar, la inmediatez del éxito (un simple mensaje nimio puede llegar a miles de usuarios o una pequeña retransmisión congrega a cientos) hace envalentonarse a los que nunca pudieron ni tuvieron nada que decir. Nada, porque se aburren. Y en esas diez horas de mi efímero Twitter vi incubarse allí, como el huevo acelerado de una serpiente, el germen del tedio, del odio, del fascismo, de la mala educación y del desprecio, todo ello, por supuesto, en diversos grados, dependiendo del quién y del cómo. 

Me cuentan, porque uno ya está fuera, que Twitter se ha llenado estos días de mensajes virulentos de odio e inquina alegrándose de la muerte de un torero acaecida hace escasas horas en Teruel. Así es eso: ni reflexión ni pudor ni empatía. Como decía Umberto Eco tenemos herramientas extraordinarias que están en poder de unos monos que se creen personas. Sí, habrá gente allí también con sagacidad y con ingenio pero son los menos. Mejor quedarse con un libro. También los hay buenos y malos pero sus efectos negativos, cuando existen, son mucho menos inmediatos. Y los positivos, rapidísimos. 


David Ferrer



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