Febrero: supervivencia en libros.

(Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 7 de febrero de 2017 dentro de la columna Club Diógenes)

Este Febrero, breve e iracundo, este acortado mes de tránsito hasta la prometida primavera, tiene, para los lectores y aficionados al libro, el sabor amontonado de todas esos tomos y hojas compradas en el año ya extinguido, unidos a la promesa aún no saciada de las incipientes novedades. Febrero es para el mundo del libro un mes de vacíos: de estantes que se despueblan, o de pequeños volúmenes que van quedando en fondo. Recuerdan los buenos libreros, una etiqueta que no puede ostentar cualquiera, esa leve amargura que produce la devolución a la distribuidora o a la editorial de ese libro no vendido en la temporada alta de las navidades y sobre el cual, como diría Dickens, había grandes esperanzas. Pero, como las estaciones, el ciclo se renueva acercándose la primavera con nuevas hojas y nuevas posibilidades. Y todos, editores, libreros y lectores, cada uno en su parcela, consultan los catálogos, los anuncios de fichajes, las inminentes galeradas hasta que, por fin, Marzo nos regale con sus frutos y sus hojas. 

Y como la primavera meteorológica o editorial aún no ha llegado, y como tal vez se me agoten las ideas para estos artículos, o puede, también es posible, que estemos cansados de las discusiones habituales acerca de las políticas locales, nacionales o internacionales (Trump nos libre), hagamos un recuento. Quizá es momento, en este mes de librerías vacías, de comprender este complejo mundo con una bonita lista de lecturas que nos dejó ese 2016 ya olvidado, quedándonos a la espera de que nos llegue el nuevo Paul Auster, cuya nueva novela de críptico título ha visto allí la luz en medio de la tormenta estadounidense. 

Así, es el momento de irse hacia la Patria de Fernando Aramburu (Tusquets), y los tiempos de la pólvora, la decadencia, y los silencios miserables. Y como el malestar no es sólo de una época, sino que se ha instalado de forma peligrosa en nuestro ambiente, en esa post-verdad que tanto gusta a nuestros analistas, quizá les convenga dedicarle un tiempo largo a esos Estudios del malestar de José Luis Pardo (Anagrama). Y para que consigamos barrer tanta idiotez, juguemos con los relatos deliciosos de la ya desaparecida Lucia Berlin, y su Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara). De la basura al brillo hay una línea recta, aunque la belleza a veces sólo se nos aloja en la memoria, como bien sabe Luis Antonio de Villena en su libro de recuerdos El fin de los palacios de invierno (Pre-textos). Y aunque no salgamos de casa, creo que Óscar Esquivias ha escrito uno de los libros de relatos más profundos y a la vez divertidos de los últimos años: Andarás perdido por el mundo (Ediciones del Viento). No se llevó el Nobel, y puede que nunca lo logre, pero en nuestros premios particulares siempre estará la maravillosa prosa de Cartarescu en El ojo castaño de nuestro amor (Impedimenta). No olviden que leer siempre es peligroso, como nos recuerda Kevin Birmingham en El libro más peligroso (Es pop). Termino recordando a dos poetas: el pasado y el futuro. Pre-textos nos ofreció la delicada y nunca valorada poesía de César Simón y Visor nos otorga a una renovada Elvira Sastre, que va alejándose de esta poesía masticable, que vende tanto ahora. Punto para ella. Pues eso. A la espera de la primavera, aquí les doy motivos para sobrevivir a Febrero. Prometo, para entonces, una nueva lista.


David Ferrer

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