De buena mañana. 8 de julio. Chico complicado.
(De buena mañana) Un chico complicado.
- Éramos pocos los que subíamos al autobús, aquello que antaño se llamaba el coche de línea. Salamanca era una ciudad vaciada: de interés, de estudiantes. Grupos de extranjeros con sandalia y calcetín y unas cuantas rubias nórdicas que pasan estos meses intentando aprender algo de España, enigma sin fin. Por lo demás, no hay nada en la ciudad. Así que decidí coger un autobús en lugar del tren, y bendita la hora, pesadez de cambio.
El conductor nos informó a los pocos viajeros: tengan cuidado con este chico complicado que va a subir. Cada cual miró donde pudo y yo me puse los auriculares, que hoy en día es la mejor barrera para no saber, no escuchar. Rondaría el muchacho los treinta. Bermudas y unas deportivas enormes. El pelo algo ralo, con calvas incipientes, no naturales sino arrancadas. Todo le hacía una frente más ancha de lo normal y exageraba unos ojos saltones, idos, peligrosos. Se movía rápido, con nerviosismo. Lo vimos subir al autobús y los pocos viajeros que en él ya estábamos nos lamentamos de que se sentara tan cerca. Nos va a dar el viaje, supusimos.
En efecto, lo primero que constató en voz alta es que no había ningún cartel que prohibiera hablar con el conductor. Miró hacia atrás y me vio con los auriculares y dijo: "este tío parece extranjero". Esa fue mi salvación. Si se llega a dirigir a mí le hubiera respondido en inglés para mantener el salvavidas. No hizo falta pues el chico complicado la tomó con una pobre señora que venía al lado.
- Señora, llame a mi madre.
- ¿Cómo?
- Que coja su móvil y llame a mi madre, es el 656...
La pobre mujer hizo cuanto le ordenaba y escuchamos todos la conversación.
- Mama, que voy a Ávila a verte. Estoy en el bus ya, ven a buscarme cuando llegue.
Con el altavoz puesto, oímos el nerviosismo de la supuesta madre y la incomodidad por tan intempestiva visita. Menuda hora y pico que van a pasar las dos señoras, la del asiento, y la madre esperando a este mastuerzo. El viaje fue como se preveía: lleno de sobresaltos, conversación absurda a gritos, imprecaciones a la pobre viajera, movimientos, salidas de tono. Tuvo suerte el muchacho. Otro le hubiera dado dos guantazos incluso a riesgo de que lo acusaran de no respetar la salud mental. Entre tanta verborrea supimos que estaba en una institución para tal fin y que probablemente se había escapado. El viaje se hizo eterno. El conductor aguantó con paciencia y una firmeza prodigiosa en la conducción y la mujeruca del primer asiento se ganó el cielo. Yo llegué también extenuado. Se ha puesto de moda hablar de la salud mental, sobre todo cuando cuatro petardas de las redes sociales dicen que están de bajón. Pero un caso clínico así, en un lugar público, pone a prueba la paciencia ciudadana. Cuando llegamos, la madre no estaba esperándolo.
- No existe universidad como la de antes, y todo resulta puro trámite. Me gusta cuando veo en Italia a los familiares y amigos de quien lee su Tesis di Laurea y lo reciben con festejos y una corona de laurel. En el caso español se ha ido perdiendo toda solemnidad: al margen de la rebaja en los niveles, hay tal normalización y burocratización de todo lo académico que un alumno pasa por la universidad de la misma manera que por la secundaria. Total, a esas alturas ya ha tenido ocho fiestas de graduación desde la guardería. Yo me tomé mi Trabajo de Fin de Grado a la antigua usanza. Había que hacer un texto, académico y científico, con una calidad textual como si lo hicieras para un libro. Estoy satisfecho de ello, y me servirá, desde luego, para su publicación. El profesor me dijo: da gusto ver que alguien escribe bien en los tiempos que corren. Hay que defender ese sano elitismo. Antes de mí, en las defensas, una chica había hablado sobre Harry Potter mezclado con no sé qué teorías de género y lgtbq. Monsergas. Una generación perdida, que no sale de lo mismo. A mi manera, soy un chico complicado.
- Soñé el otro día que me hacían empresario de la plaza de toros de Zaragoza. No miento, casi una pesadilla. ¿Por qué allí? Ni idea. El caso es que yo tiraba de agenda y llamaba a multitud de toreros y nadie quería venir a mi plaza. Nadie. Como empresario debo de ser también solitario y complicado. No somos pocos. Como Holmes, como Unamuno. Como un gato.
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