El medio eres tú

(Artículo publicado en la sección Club Diógenes de El Diario de Ávila el martes 2 de octubre de 2018)

En las road movies estadounidenses que llenaron las pantallas de los años setenta y ochenta aparecía siempre un autoestopista al que un bondadoso conductor se prestaba a transportar, librándolo así de la intemperie o del fuego solitario de una infinita carretera texana. La historia devenía, según conviniera al género, ya en un tórrido romance o en un asesinato misterioso a las afueras de un rancho. Como el mundo no cambia, pero sí los medios,  cualquiera puede hacerse ahora su propia road movie, literalmente película de carretera, gracias a la comodidad del móvil y las múltiples aplicaciones de las que allí disponemos. Uno ha sido siempre curioso por naturaleza y ha transitado por toda suerte de programas de mensajería y de comunicación telemática. Así que, cómo decían los postmodernos, why not? ¿Por qué no? Así que el otro día reinstalé la aplicación Bla Bla Car y anuncié un viaje desde Salamanca a Ávila. El antiguo autoestopista se ha convertido en un icono al fondo de una pantalla que responde con presteza y ofrece todo tipo de información acerca de sus ocupaciones, gustos y estudios. El conductor ya no es el viejo camionero de esas añejas películas sino un moderno conductor que igualmente informa acerca de sus habilidades sociales y de conducción. El trato es simple y telemático. Al poco tiempo de anunciar mi viaje ya había dos solicitudes de transporte que confirmé automáticamente. 

Uno es fabulador y ensayista por naturaleza y se presta a realizarse preguntas que a veces no tienen una fácil respuesta. La literatura o el cine tampoco ayudan aquí. En la espléndida novela La carretera de Cormac McCarthy se dice “tenemos que escapar por la carretera. No mires hacia atrás”. Aquí no hay misterios ni encuentros extraños. En estos viajes bla bla la sensación de normalidad tiene un punto anti literario y no hay manera de que salga de esto un solo relato. Mis ocupantes eran una joven estudiante de psicología, que en seguida se interesó por mis labores académicas, y un estudiante de medicina que venía de visita a Ávila. Yo me preguntaba que si existen medios públicos de transporte cómodos y eficaces, qué demonios lleva a estos jóvenes a preferir este transporte privado con un desconocido. La paradoja está en comparar el trato frío, cómodo e inmediato que nos proporcionan las aplicaciones móviles, sin necesidad de pasar por la mugrienta taquilla de una sórdida estación de autobuses y, al mismo tiempo, la necesidad de una socialización mientras se hace algo tan rutinario como el viaje. Me di cuenta enseguida de ese cambio generacional por el que los millenials han convertido de su vida una fuente de experiencias. El truco consiste en envolver la rutina en el celofán del acontecimiento inesperado, de la conversación frente al burocrático transcurrir de un viaje en tren o autobús. 

Resurgen ahora las protestas frente a este tipo de tratos alternativos, como por ejemplo vemos ahora al arreciar el conflicto con los Uber. Me temo que son dos mundos en conflicto que, como siempre, los políticos no supieron ver, apoyados en una impasibilidad de unos gremios cómodos y establecidos. Para esta generación bla, para esta generación uber/cabify existe la imediatez de la app en el móvil y la necesidad de rodearse de pequeños lujos personales e instantáneos. Queda decir que mi experiencia acabó bien. Llegamos en un excelente tiempo de Salamanca a Ávila, me enteré de sus estudios y de otras circunstancias personales y, por su parte, los ocupantes valoraron excelentemente la calidad de mi viaje. Me temo que esto da sólo para un artículo, y no para una road movie. Pero, quién sabe, a lo mejor me pica el gusanillo y me compro un coche lujoso y un traje negro y me hago conductor de Uber en Ávila, servicio que todavía aquí no existe.


David Ferrer



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