De buena mañana. 10 de septiembre. Picas y piqueros.
(De buena mañana) 10 de septiembre. Picas y piqueros.
- De manera improvisada paso la tarde en Navaluenga, un pueblecito de Ávila. No le faltaba razón a esa persona que un día me criticó porque conocía mejor la geografía italiana o británica que la que tengo más a mano. Cierto es. Hay apenas media hora para este lugar que se encuentra en una hondonada. Es mi primera vez. Son las fiestas. A la hora de mi llegada, hacia las cuatro calurosas de la tarde, apenas hay un señor por las calles. Como es común, o debe de serlo, se sorprende de que unos foráneos arriben a la villa. En esos momentos la población se recupera de los festejos del día anterior y se prepara para los de la jornada en curso. Supongo que es así en la mayoría de los pueblos de España. Ya digo que no los frecuento. Seguimos allí la guía mágica del capote verde del torero Antonio Ferrera, quien encima no tuvo mucha suerte en el festejo. En la tauromaquia todo es casual, y el éxito nunca está preparado. Antes del festejo observo una estampa añeja, difícil de ver en las grandes plazas, donde todo está más limitado. Los picadores que, por costumbre, llegan antes que los diestros a la plaza, comprueban las picas, su longitud, la calidad de la madera. Después se desprecintan las puyas. Hoy en día los picadores, los antiguos piqueros, que aún ostentan el oro en sus chaquetillas, apenas tienen opciones para demostrar su pericia y su suerte. Pero el ritual sigue intacto. Como viejos caballeros, nunca mejor dicho, justo antes del fragor de la batalla.
- Hace muchos años, jóvenes y astutos, íbamos Vicente Díaz Boix y yo por Salamanca en la compañía de un extravagante escritor. En un puestecillo compró el vate una suerte de alfiler y a modo de pica fue clavándoselo a cuantas monjas encontró por la calle. Fue una suerte de varas magnífica, casi daliniana. Hoy Vicente cumple años. Hay anécdotas sobre las que siempre volvemos. De la conferencia posterior del escritor famoso apenas recordamos nada. El paseíllo con nuestro poeta picador no se olvida nunca.
- Pica bien, pero pica muy alto se decía del Conde de Villamediana. Así le fue. Así nos va a todos.
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