(De buena mañana) Deambulatorio. - Por primera vez en muchos años encontré abierta la iglesia de Santa Maria del Giglio en Venecia. Es un ejercicio egocéntrico y onanista de culto a la propia familia, genuino en La Serenissima y que sería imposible en cualquier otro lugar. De allí al Canareggio y el ghetto judío en un precioso atardecer. Recordé el Mercader de Venecia. Tuve que cubrirme la cabeza para visitar la sinagoga española y la levantina y salimos de allí justo a la hora en que los judíos jasídicos regresaban a sus casas, con sus sombreros, levitas y tirabuzones. Venecia es en esta época y en este barrio un oasis. Dije una vez que no volvería. Pero sí, volvería mil veces. A esa Venecia incógnita, solitaria y triste. - En Verona tengo la oportunidad de saludar a Filippo Destrieri. Durante muchos años fue la mano derecha de Franco Battiato, cuyo prestigio musical y ético no ha descendido un ápice en Italia. Have años, en el maremágnum de la política italiana, se pedía a voce...
(De buena mañana) Deprisa, deprisa. - Nunca he sido hábil en ninguna de las artes manuales. En el colegio, una vez, había que diseñar en cartulina un castillo y levantarlo. Uno de esos ejercicios sádicos y perversos con el que se castiga a los niños. Era condición obligatoria que se presentara erguido, con sus almenas, su foso, su puente. Yo dibujaba en un folio algo que luego no había manera de poner en práctica. Como el diseño de una falla valenciana imposible. Paseando por la ciudad vi que un kiosko vendía una maqueta de un castillo: recio, ideal, imposible. Con los ahorros compré la maqueta y le dije a mi padre que me la hiciera. Se pasó el hombre toda la tarde. Para que no se viera que era un producto de imprenta pegué después unas cartulinas y unos dibujos mal hechos por encima. Daba el pego. El interior era perfecto y el exterior pasaba por el producto de un poco hábil niño de nueve años. Como en aquella época me gustaba mucho la historia, pinté unos escudos de armas y una...
(De buena mañana) Noviembre y muerte. - Inmersos en una corriente de destrucción y muerte como la que se ha llevado varias localidades de Valencia, debe quedar el silencio, la ayuda y el luto. Después, evidentemente, las explicaciones y las dimisiones. Que debería haberlas. En Valencia y en Madrid. Uno comprende que catástrofes tan repentinas son imposibles de calibrar en su justa medida. Quien viva o viaje con frecuencia por la zona se ha encontrado más de una vez ante temores y avisos. Salía yo de un parking hace años en el centro de Valencia y recordé el título aquel de "el río que nos lleva". Nunca había visto llover de ese modo y era imposible gobernar el volante. Por suerte paró en poco tiempo y quedó todo en una anécdota. En otra ocasión se avisó de una tormenta inminente y yo solo pensaba en mi coche aparcado en una calle. Somos, como decía Manuel Vilas en Ordesa , una generación apegada a su vehículo. Tu coche. Tu pertenencia. Tampoco pasó nada. Ahora sí. Y ha sido...
(De buena mañana) Zapatiesta navideña. - ¿Podías esperarme no? - Es que te vas quedando atrás. - El próximo día vienes de compras con tu madre. - Ella anda más deprisa. (Siguieron caminando. Él efectivamente tres pasos por delante) - No me gusta el tonito... ... - Que sepas que yo no he dicho eso. No sé de donde te lo has sacado. ... - A que me cojo un hotel en la playa y pasas las navidades solo... (no escuché más) - ¿Pero quién compra las botellas? - Tu prima se encargaba en el chino. - Luego es un asco lo que llevan. - Literal no hay más que ver la cara que pones siempre. - Bajo yo ahora y compro el ron. (Ella, rubia con un Barbour, se queda viendo bolsos. Él se va) - 15 números para pagar un libro. - Parece la cola del pescado. - Literal. - El Corte Inglés de Pozuelo es en estas fechas el termómetro ideal de la economía de una parte de España. Y, por lo visto ayer, ese sector y zona geoeconómica está boyante y eufórica. Por primera vez en mucho tiempo me tocó aparcar en el pa...
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