De buena mañana. 10 de octubre. Ahí están
(De buena mañana) Ahí están.
- El 10 de octubre de 1901 murió en Milán Giuseppe Verdi. Su entierro nocturno fue una procesión laica, reverencial. Verdi no solo compuso grandes óperas (aunque a veces se le cuestionara su facilidad) sino que se metió en los grandes charcos y complicaciones de la política de su época, que no fue fácil. Cada vez que viajo a Milán, me gusta recordar los lugares por donde estuvo, aquellas calles y edificios donde el maestro pudo posar su mirada. Aunque sea una ilusión, realizar estos ejercicios es nada menos que perpetuar la bondad cultural, sentirnos contemporáneos de gente que ya se pudre en su tumba y que, sin embargo, está muy viva. Cada noche es maravilloso acercarse a la Piazza Michelangelo. Como un milagro, la sombra de Verdi es alargada y va dibujándose sobre los edificios. Algunos viandantes, motivados por la localización, creen que el de la estatua es Miguel Ángel. Otros, de vez en cuando gritan un aún incorrecto "Viva Verdi". Con todas sus letras.
- Con Baroja ocurre lo mismo. Ya no está pero se siente su presencia. El sábado estuvimos en el homenaje que se realizó al escritor vasco-madrileño en la Cuesta de Moyano. Al acabar, dice Andrés Trapiello que ha sido un "acto muy bonito". Y así fue, no hay necesidad de poner otros adjetivos más complejos. Si se habla de Baroja, nada puede salir mal. A diferencia de otros escritores, y pese a su fama de huraño y cascarrabias, cuando don Pío está presente hay una felicidad en los rostros. Estaban por allí barojianos de pro, como Pío Caro-Baroja, Fernando Savater, Sergio del Molino, el crítico Echevarría, el editor Fórcola, que cuida tanto su cabellera como sus buenos libros. Saludé a algunos en un clima de amistad, felicidad y respeto. Me pareció entre las gentes divisar una figura diminuta, con barba de varios días y unos ojillos vivarachos. Desentonaba en un sábado casi primaveral por su abrigo de lana, con los cuellos bien subidos. Cuando volví a mirar ya no estaba.
- De Baroja a Las Ventas. Allí no me encontraría su figura, desde luego, aunque sí la de otros escritores. Morante no tuvo suerte pero se transmutó en unos pocos minutos en Antonio Bienvenida. Una vez más los muertos admirados vuelven, ahí están. Converso un rato con el periodista y crítico de El País, Antonio Lorca. Le reitero mi queja porque sus crónicas solo aparezcan en la edición web del periódico y no en la de papel. Me dice que muchos aficionados, legión, nos quejamos de ello de palabra pero que son los antis, pocos pero muy bien organizados y financiados, quienes presionan como un lobby para que la crónica taurina desaparezca de este importante diario. A Baroja no le gustaban los toros, pero si conociera a estos antitaurinos, huiría de ellos como del dogma y los frailes. Ahí están, dando guerra. Los demás somos gente de paz. Y así nos va, conviviendo con los muertos.
No sabía ese detalle de la estatua de Verdi no la conozco, si voy en un futuro iré a verlo. Gracias
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