De buena mañana. 28 de octubre. Una lágrima.

 (De buena mañana) Una lágrima.

- De blanco y plata comparece la vicepresidenta y da cuenta, entre gimoteos, de que ha retirado tal y cual medalla. ¿A quién? ¿Al presidente de una república bananera? ¿A una folclórica? No. A unos cadáveres que llevan muertos más de cincuenta años. ¡Qué valor! ¡Qué arrojo! Supongo que le ha costado el esfuerzo de un Indiana Jones en busca de un arca perdida. A mi me trae al fresco que al dictador, que está más seco que un trozo envasado de mojama, le quiten hasta los calcetines. Pero supongo que en ese carácter retroactivo también habrán borrado los títulos de graduados o de bachilleratos, si los hubiere, y deberían plantearse quitarle el acta de diputada a un personaje tan siniestro como Pasionaria. Y, ya puestos, eliminar todos los títulos otorgados por Fernando VII, como, por ejemplo, el Ducado de Ciudad Rodrigo que ostentan aun los Wellington. En fin, que ayer una lágrima cayó en la arena, lolailo. Y ahí quedó todo. Después un ujier la limpió con un paño y la ministra se fue a comer. Aquí paz y después nada. Como todo. Todo, todo.
- Cuando a los alumnos de segundo de bachillerato les hablo de la relación de los escritores con la Guerra Civil, no se crea tampoco ninguna polémica. No están para ello. No es el mood. Quizá alguno arquea la ceja cuando les comento la amistad entre Lorca y los Rosales y Primo de Rivera. El contexto es académico y, por eso, siempre hago un despliegue libresco, muy a contra-estilo de lo que demandan las nuevas pedagogías. Libros por aquí, primeras ediciones por allá. Y que le den a los paladines de la gamificación y la resiliencia.
- Hoy se cumplen ocho años de la muerte del torero más fino, guapo y elegante: José María Manzanares. Un adiós solitario, melancólico, con aura de poeta bohemio o romántico. Yo le dediqué un poema en un libro que, por cuestiones de correos o del azar, nunca llegó a sus manos. Un día que lo saludé en Valladolid me dijo que haría lo posible por encontrar el libro. No sé si llegó a localizarlo. Para mi ese apretón de manos y esa media sonrisa del Maestro ha quedado como una pica en Flandes en el viejo arsenal de mi memoria. Manzanares se doctoró vestido de blanco y plata, como mandan los cánones. Y lloró de verdad, con emoción pura, cuando triunfó en Las Ventas. Y ahí sí que lloramos todos. ´
© Texto y fotos David Ferrer, 2022
(Excepto foto de JM Manzanares, autor desconocido)

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