De buena mañana. Jueves 27 de octubre. Una bolsa.
(De buena mañana). Una bolsa.
- Esta semana, muy de buena mañana, murió un vecino. Apenas teníamos trato con él pero, sea de quien sea, una muerte, que es la negación del movimiento, del andar, de las piernas, del hálito o de la palabra, siempre Impacta. Yo tenía que bajar por las escaleras para hacer unos recados y tuve que esperar porque en esos momentos comenzaron los empleados de la funeraria a realizar sus labores. Al muerto le daría igual que me cruzara con su cuerpo mientras yo portaba una carpeta con fotocopias o una bolsa del supermercado. Al fin y al cabo él iba también en una bolsa, luego ya no era un hombre, tan solo una cosa, un ser inerte.
El mismo día por la tarde tenía que explicar en mi curso sobre literatura y arte italiano el Cristo muerto de Mantegna, que se custodia en la Brera de Milán. Cierto que es una disposición inusual, muy frontal, en escorzo, pero que le da al cuerpo rígido una potencia musculada, un pecho pronunciado, un estar pleno de vida. Cuando bajaron al pobre vecino por las escaleras, comprobé lo poco que ocupa un cuerpo en una bolsa. Músculos que ya no son nada, piernas que ya no sostienen, brazos que no agarran. Pero tratándose de la figura que era, Mantegna le dio un aire épico a un Cristo que no se parece en nada a la realidad de los muertos. Y pude comprobarlo en el corto espacio que va desde el piso tercero al portal de la vivienda. Verdaderamente, la nada.
- Sobre Halloween he tenido siempre una postura ambivalente, distópica, bipolar, fluida, como se dice ahora. Hace quince, veinte años nadie lo celebraba y yo, por llevar la contraria, me personaba en el instituto y en las clases con las calaveras, la calabaza y los caramelos. No faltaba el típico profesor que me recriminaba: "Don Juan Tenorio es lo que deberías enseñar". Pasan los años y hay muchos ex-alumnos que aún recuerdan esos detalles. De Zorrilla o del Duque de Rivas no se acuerdan nada, pero sí que hace quince años, cuando ellos tenían también quince, un día llegué a clase con una calabaza. Así son las cosas en la enseñanza. Pero eso me basta. Por lo visto ahora en los colegios hay una competición para ver quien celebra más el Halloween, quien es el más hortera entre los centros. Una verdadera olimpiada de la tontuna y pobre del profesor que se niegue a hacerlo. En otros ámbitos no te lo esperas. Por eso, en mi clase de ayer de los cursos serios, esos donde verdaderamente se aprende, llevé chocolatinas y alguna calabaza. Y aunque las alumnas son bien adultas, vaya que si lo agradecieron. A nadie le amarga una bolsa de dulces.
- Juro por Dios que si me muero, podrán portar mi cuerpo en una bolsa. Lo acepto. Pero si me ponen unas flores de plástico en mi tumba, juro y vuelvo a perjurar que me levanto de la sepultura.
Me ha dejado conmovida esa descripción de un muerto dentro de una bolsa. Estaría bien un libro sobre el tema.
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