De buena mañana. 17 de noviembre. Hábitos matutinos.

 (De buena mañana) Hábitos matutinos.

- He tenido unos pocos años de crisis lectora. Tardaba varias semanas en despachar una novela que, en otro tiempo, me hubiera ocupado cuatro días. Se me acumulaban las lecturas, lo que se agravaba por mis compras compulsivas. Yo achacaba todo a la sobrecarga del trabajo, a primordiar este por encima de la vida privada: las clases de la mañana, los cursos de la tarde... Llegaban las once de la noche, que era mi tradicional hora mágica y lectora, y mis ojos apenas aguantaban pocas páginas.
Una de las características de hacerse mayor, lo cual no tiene nada de malo, es que se te trastocan radicalmente los hábitos de sueño. Frente a otros tiempos pasados, a la horas de las brujas mi cuerpo me pide cama y oscuridad, por lo que tuve que sacrificar unas horas de lectura. No quiere decir que sea insomne. De hecho, hace poco le puse a las seis de la mañana un comentario a David Jiménez Torres, el autor del excelente y recomendable ensayo El mal dormir, y él me dio la bienvenida al gremio amplio de los no durmientes de pijamas sudorosos. No es así. Lo cierto es que duermo bien, pero mucho antes. Hace unos pocos meses, con eso de que me despierto a las cinco y media o las seis, cogí uno de los libros que tenía a mano. Y me puse a leer. Y no pasó nada. Y en mi cabeza se quedaban con una frescura desconocida las ideas, los personajes y los argumentos. Y di con la piedra filosofal de mi pequeño problema.
Hay quien sale a correr a las seis de la mañana. Yo corro entre las páginas. Suelo empezar con un clásico entretenido, alguna relectura. Por ejemplo, estos días disfruto con Cumbres borrascosas. Después, cuando mis neuronas, como los músculos del runner, se han alborotado, me paso al ensayo. Estos días un interesante librito titulado The Slow Professor, que reivindica precisamente una vuelta a una enseñanza lenta, sin prisas. En cualquier caso es hora y media o dos horas de lectura concienzuda y consciente, que te activa durante el día, que te llena. Y como el corredor matutino cuando por fin regresa a su casa: he podido hacerlo, lo he hecho. Y a la ducha.
- Al poeta John Keats, fallecido con apenas 26 años, no le dio mucho tiempo a cambiar de hábitos. Pero han pasado doscientos años y su presencia y lectura sigue siendo estimulante. Ayer, dentro de mi curso La feliz Inglaterra para la Fundación Ávila conté con la presencia de unos de los descendientes de la familia del poeta, un abulense animoso, amable y entusiasta: Guillermo Paradinas Brockmann. No solo Keats. Hay en su familia escritores, políticos, ingenieros, pintores. Nos llevó uno de los pequeños retratos originales que el pintor Joseph Severn hizo del poeta. Y por un momento fue como si el propio Keats, el doliente y desventurado Keats, estuviera con nosotros. No digas que fue un sueño.
- Dicen que la red social Facebook no ha cambiado en años, que a los jóvenes no les gusta. Otras redes, como Instagram, son ya una sombra risible de lo que fueron. De las nuevas, como BeReal o TikTok no puedo hablar, pero supongo que van en esa línea, desmesurada, rápida y efímera. Escuché hace poco un dicho: "Lo que dices en Insta a la mañana, a la tarde no te da la gana". Nadie puede creerse lo que allí pasa. Por eso cada vez me gusta más Facebook. Es como entrar en un palacio decimonónico y sentirte seguro entre muertos y fantasmas, entre mi gente.
@ Texto y fotos David Ferrer, 2022.
Más cositas en web de David Ferrer





Comentarios

Otras entradas de este diario.

De buena mañana. 31 de diciembre. Agente doble.

De buena mañana. 9 de diciembre. Deprisa, deprisa.

De buena mañana. 2 de diciembre. Deambulatorio.

De buena mañana. 22 de diciembre. Saldrá el 8.

De buena mañana. 15 de diciembre. Zapatiesta navideña.

Editores necesarios