De buena mañana. 6 de noviembre. Llama tú.
(De buena mañana) Llama tú.
- Cada día entra una llamada al fijo a las cuatro o cuatro y media de la tarde. A veces contestas y nadie responde. Otras, alguien con acento dice cosas incomprensibles y cuelga. Creo que la escena se repite en cada casa, cada día. Yo siempre pienso que a lo mejor es San Juan de la Cruz, o quizá Keats o un quejoso Bécquer que me llaman desde el más allá para darme ánimos, para chivarme algún poema. Pero nunca hay suerte. Esperaré de nuevo.
Una vez llamó a casa José María Aznar. Se había equivocado.
En otra ocasión llamó el matador de toros José Miguel Arroyo, Joselito. No se había equivocado.
También Fernando Savater.
Y Luis Antonio de Villena, otras veces también hacia las cuatro o cuatro y media de la tarde, que era cuando se despertaba.
Una vez llamaron a las seis de la mañana para ofrecerme un trabajo urgente en una Universidad. No exagero. Pero no eran horas.
Una vez hablé por teléfono con Francisco Umbral, y mejor no contarlo.
No pierdo la esperanza. Si esos han llamado, ¿por qué no puede llamarme Paul Auster, Morante de la Puebla o Bruce Springsteen? Dejaremos libre el teléfono fijo, ahora que nadie lo usa.
- Cada mediodía se repite la escena en zonas concretas de todas las ciudades. Creo que los llaman "riders", que es un nombre heroico para unos pobres que tratan de ganarse unos euros. Aparcan sus bicicletas o patinetes en la esquina, apoyan en el suelo sus enormes contenedores coloridos y esperan sentados en un portal o en una escalera a que alguien llame, a que entre un nuevo pedido que les salve la tarde. Del otro lado imagino a una pareja, o a un treintañero que en dos minutos piden dos hamburguesas y una de patatas. Luego se quejan de todo: del cambio climático, de los precios de la luz, de los salarios de los jóvenes. Pero cada mediodía y cada tarde reciben sin propina a este nuevo esclavo rider, que cabalga veloz como en los cuentos. Haz tú el pedido, que yo lo hice ayer.
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