De buena mañana. 16 de febrero. La lección aprendida.

 (De buena mañana) La lección aprendida.

- Si a uno le preguntaran por el concepto de generosidad, probablemente tendría que afirmar que no es más que ceder tu tiempo, organizar cosas para los demás, ser amable y mejor de lo esperable en lo tuyo. El ejercicio de la docencia estándar no tiene, como sabemos, una retribución justa por más que pasados los años muchos alumnos te sigan escribiendo y sigan acordándose de tus clases. Me ocurre a menudo y ya parece una justa recompensa. Uno reconoce, sin embargo, que ha dedicado demasiadas horas extra en forma de actividades, visitas, excursiones, viajes, materiales nuevos sin caer en esta patochada actual de las nuevas pedagogías. Cada curso es para mí nuevo, innovador y diferente. Pero nunca hay recompensa y lo mismo da para el caso terminar como el maestro Ciruela.
En mis otras actividades, mis cursos, con alumnos ya formados y mayores, procuro igualmente dar el doble de lo exigido y reconozco que ahí sí que hay recompensa. Ayer, por ejemplo, pasamos un día maravilloso en Madrid con mi alumnado de los cursos de literatura italiana, inglés y literatura inglesa de la Fundación Ávila. Una como esta cada mes me dijeron al regreso. Si el cuerpo aguanta.
- Dentro del programa que teníamos ayer iba yo erróneamente con la plantilla hecha y salió al revés. No pongas tus sucias manos sobre Oscar Wilde iba pensando yo. Así que con cierta prevención acudí a la representación de una nueva versión de La importancia de llamarse Ernesto del autor británico-irlandés. Estaba yo dispuesto a afilar las teclas, a poner esta versión a caer de un sofá victoriano, cuando me ocurrió precisamente lo contrario. Es un divertimento
retro-indie, un juego de espejos vintage en el que se ha acomodado con gusto y esmero buena parte del texto de Oscar Wilde y sus paradojas y equívocos. Ha habido críticas feroces pero yo me divertí sobremanera y no noté que el espectáculo obviara la esencia aguda y mordaz de Wilde. Las críticas, como digo, han sido horribles pero el teatro está lleno cada tarde.
Curiosamente con la exposición de Leonora Carrington de la Fundación MAPFRE me ocurrió al contrario. Si las expectativas son altas, la emoción es menos. Es una exposición digna de visitar pero como espectador te agota esta transmutación hacia lo horrible de todos los surrealistas. Faunos, sátiros, demonios con forma de cabra, estrellas y personajes siniestros. He leído en estos días las memorias de Carrington, Memorias de abajo. Con la palabra sugería mucho más de lo que está escrito.
- Ando ahora muy liado en un nuevo proyecto. No será una editorial al uso sino una labor artesanal para presentar autores perdidos e interesantes. Funciona solo por suscripción a diversos precios. No habrá presentaciones y estará solo en unas pocas librerías. Voy muy lento pero os podéis enganchar a este nuevo proyecto: Arboladura. Llevo años dándole vueltas a algo con ese nombre. En el principio era el nombre. Pero hay más. Ya tengo dos libros en proyecto. Estáis invitados a acompañarme. Click en el siguiente enlace y daos de alta con la suscripción elegida.

© Texto y fotos David Ferrer, 2023.
Más cositas en web de David Ferrer






Comentarios

Otras entradas de este diario.

De buena mañana. 18 de agosto. Anís del mono.

De buena mañana. 20 de agosto. Eléctrico.

De buena mañana. 11 de agosto. El arte de no hacer nada.

De buena mañana. 20 de julio. Vendrá la muerte.

¿Qué fue mayo?

De buena mañana. 11 de octubre. Chuflas de gato.