De buena mañana. 11 de abril. Escupir como faena.

 (De buena mañana) Escupir como faena.

Cuando llegue, deberíamos escupirlo. Sí, con fuerza. Así de tajante se mostró. Como en una turba burlesca en un recodo del Calvario, proponía este hombre menudo, anodino, una especie de ritual expiatorio, denigrante contra alguien que venía sin más a dar una charla de verano, esas conferencias simpáticas y burbujeantes, de escaso fuste como la gaseosa, que fueron tan frecuentes mediados los noventa.
Tendría yo unos veintipocos años. Y en verano me apuntaba siempre a alguno de esos cursos de verano que se prodigaban por media España, como si se quisiera remedar con una cultura desenfadada las largas travesías de media España hacia el Mediterráneo. Y, en efecto, mientras unos llenaban el coche diesel camino de Benidorm o Torrevieja, otra España se encaminaba a Santander, a Almería, a El Escorial o a los curso de verano de la Uned de Ávila, como era mi caso. Y es que el ambiente era divertido, con toda esa intelectualidad en zapatillas de esparto que luego se solazaba en las terrazas y verbenas. Y para mí, que no había mediado ni los veinte, aquello era un paraíso.
En aquel curso de aquel verano la estrella inaugural era un tal Fernando Sanchez Dragó. Yo no había leído nada de él (después muy poco) y me sonaba de aquella televisión de tertulias nocturnas de humo y porque unos gruesos volúmenes escritos por él, con un título impronunciable, adornaban algunos de los estantes de mis familiares más mayores. De repente aquella mañana, alguien bastante anodino, de pelo graso y lacio, que devino después en sindicalista, propuso que había que escupir al personaje. Yo estoy siempre del lado de los perdedores, de los calumniados, de las víctimas por lo que aquella afrenta no hizo más que crecer mi interés por escuchar al tal Dragó.
De la conferencia no recuerdo nada. Lo normal en esas charlas de verano a las once de la mañana cuando el sol comienza ya a apretar, pese a ser Ávila. Sí recuerdo que un camarero le llevó a esas horas al menos tres gin tonics y que un gran coche se lo llevó nada más acabar la conferencia. Yo tenía poco más de veinte y pensé que aquello debía de ser el éxito y la gran literatura. Tampoco andaba muy desacertado.
Quitando algunos artículos y esos programas literarios de televisión muy entretenidos y a mayor gloria de sí mismo, apenas he leído cosas de Dragó. Me he cruzado muchas veces con él, con novia o sin ella, en la puerta de cuadrillas de Las Ventas. Y creo que fue un tipo honesto con su vida y que nunca hizo mal a nadie. Desconfío siempre de aquellos que dicen ser fieles a unos dogmas y principios eternos.
Aquel aspirante a sindicalista propuso, hace ya más de veinte años, realizar un pasillo y escupir al escritor. Hoy he leído mofas, mensajes de twiter, o como se diga, insultos, escupitajos más o menos irreverentes. Ingeniosos los menos. Leo en el Instagram de una veinteañera universitaria un ataque feroz contra un ultraderechista machista y patriarcal. Menudo escupitajo más poco argumentado. La misma joven, a estos años, se pone a veces una camiseta del Che Guevara (¿no existe mayor machista que este tipo de la boina?), esa misma que Sanchez D. llevó en su momento pero que supo lavar pronto.
Hubo una época no muy lejana de concordia y serenidad en la que Almudena Grandes y Fernando Sánchez Dragó compartían burladero en Las Ventas. Lo que ocurre es que los haters de una y del otro no saben ni lo que es un burladero ni han toreado nada en la vida. Como aquel sindicalista cuya mayor hazaña, sin atreverse finalmente, fue proponer escupir en Ávila en verano a un escritor. Valiente faena.
Y quién me iba a decir a mí que iba a escribir algo sobre un autor del que apenas he leído. Esta sí que es una faena atrevida, de andar a gorrazos, que diría Barquerito.

© Texto de David Ferrer, 2023. Fotografía tomada de la revista Aplausos.
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