De buena mañana. 11 de mayo. Como un palo.

 (De buena mañana) Como un palo.

- Acudí a la tienda de jardinería como el que acude avergonzado al confesor o al médico para confesar una enfermedad venérea: vengo a hablar de mi glicinia. Suena efectivamente a típica dolencia ante la cual se recomienda no tocarse, y aplicar una pomada en días alternos. El responsable de la tienda me entendió a la primera, como cuando el médico te entiende con dos palabras y un gesto:
- ¿No ha brotado aún la glicinia?
- No, es como un palo.
- Bueno, al principio la glicinia siempre es un palo.
- Ya, pero un palo seco y sin gracia.
- Raspe un poco y si está verde, es que aún tiene que brotar.
- Yo sí que estoy verde.
- Eso ya lo veo - dijo sonriendo.
Así que, verde o no, me llevé otras dos glicinias. Que no fueran de palo, sino que tuvieran varias hojas. Como si de un medicamento se tratara, me leo el prospecto de la planta: el tipo de flor, las necesidades de cuidado y de riego. Descubro que esta planta se llama técnicamente Wisteria. Me viene a la mente un delicioso relato de Sherlock Holmes: el pabellón Wisteria. Siempre me voy por las ramas. Voy a darle a ese rincón el nombre del Rincón Wisteria.
Una de las glicinias ha quedado plantada.
¿Brotará?
¿O será palo?
- El martes pasado terminamos el curso La Strada de Fundación Ávila, sobre ciudades, arte y literatura italiana. Cuando terminé mi explicación sobre la ciudad de Arezzo, la última que me quedaba en el programa de este año, saqué un par de botellas de espumoso italiano para celebrarlo. Fue como hacer magia. El truco del prestidigitador. El número final. Uno tiene la sensación de que en estos cursos aprende más el profesor que el alumnado. Yo he aprendido mucho y espero haberlo transmitido. El interés del alumnado, en cualquier caso, ha sido de altura. Tras el vino una de las alumnas me dice que ha recuperado el gusto por la lectura y otra me confiesa que lleva unos días releyendo a Petrarca y a Ariosto. ¿Hay quien dé más? El curso ha sido una delicia, de una viveza y buen vivir característicamente italianos. Que no se pierda.
- Leo en la prensa local que hay profesores que, tras la jubilación, se ofrecen voluntariamente para seguir acudiendo a su centro de enseñanza. ¿A qué? ¿A dar la matraca? ¿Y que les dirán a unos adolescentes ensimismados que precisamente no van a leer a Petrarca? Hay que saber retirarse. El día que me jubile no me ven ni en foto carnet y no muevo un dedo por la administración educativa. Salvo que me paguen y mucho. ¿Voluntariados? En África, que hace más falta.

© Texto y fotos David Ferrer, 2023
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