De buena mañana. 2 de mayo. Esa cosa de Sevilla

 (De buena mañana) Esa cosa de Sevilla.


- De Sevilla me gustan hasta los andares. Son elegantísimos los femeninos, además, en su traje de flamenca. Cualquier cosa. Con o sin tópicos. Fue Manuel Pareja Obregón, fallecido hace ya unos cuantos años, quien dio en el clavo en una letra de sevillana, finísima y atinada, por la que cualquier poeta habría dado su mano izquierda al menos: 

"Sevilla tiene una cosa
que solo tiene Sevilla.
Que solo tiene Sevilla:
Luna, sol, flor y mantilla,
una risa y una pena
y la Virgen Macarena
que también es de Sevilla".

En feria de abril la ciudad, salvo la Maestranza antes y después de la corrida, tiene una calma insólita. Quien puede y quiere se traslada a la ciudad efímera, de arcos, galanuras, caballos y casetas. ¿Pero vas a Sevilla en plena feria? me preguntan algunos alarmados. Sí, esta duplicidad de la ciudad hace que no sea Valencia en Fallas, Pamplona en San Fermín o la propia capital hispalense en su semana de procesiones. En el tiempo de la feria es posible escuchar a los pájaros. Eso si no te toca esa proliferación de guitarristas pedigüeños, machacándote el oído con el Concierto de Aranjuez, Entre dos aguas y la Leyenda del Tiempo, en orden diverso. Los turistas extranjeros se quedan extasiados ante el más pobretón de los guitarristas. Se piensan que ha vuelto Paco de Lucía para ellos. Yo los evito y busco el silencio.

- Los solitarios, por ello, tendemos a encontrarnos. En la Plaza de la Alfalfa me encuentro a Barquerito, el crítico taurino. Ponerme a escribir estas líneas, sabiendo cómo escribe él de Sevilla y de cualquier lugar por el que pise, me causa timidez. Y a punto estoy de dejarlo. Hablamos, cómo no, del acontecimiento morantista de la víspera. Vas paseando y en los mentideros sevillanos no se habla de otra cosa. Parece un acontecimiento de hace décadas, algo de lo que solo es capaz Morante, quizá José Tomás. Busco la prensa en los kioskos. El de la Plaza del Duque me dice que a las diez había agotado ya todos los ejemplares del Diario de Sevilla. El ABC también lo lleva en portada. Y hasta El País ha incluido la crónica de Antonio Lorca en su edición de papel. Uno de los kioskeros me dice que hacía años que no agotaba los periódicos. Supongo que todos guardaremos los ejemplares a buen recaudo y podremos decir: yo estuve allí. Yo vi a Morante aquella tarde.

- Y es que, en efecto, el fervor de la tauromaquia es leyenda en el tiempo. Hay pocas artes en las que se esté recordando a los maestros de hace cincuenta y de hace cien años. En la mañana del acontecimiento había saludado y deseado suerte al propio Morante. En la mañana posterior me fui a poner una flor a la tumba de Joselito el Gallo, obra majestuosa de Benlliure. Lo de ahora y lo de antes en una misma continuidad. Hay también una explosión efímera de belleza que se crea en el momento. Tanto que, tras la salida por la Puerta del Príncipe, se generó una procesión laica, plena de jóvenes, para llevarse al torero en volandas hasta el Hotel Colón. Si en aquel momento llega a estar disponible un paso de Semana Santa lo ponen encima como si fuera el Gran Poder. La puerta del Hotel Colón está imposible. El conserje me dice que no puede entrar nadie más, que ni en los tiempos de Curro se había producido una afluencia tan enorme. En la puerta nos saluda un matrimonio simpatiquísimo de octogenarios. 88 me dice. Son abonados a la Maestranza desde su juventud. Están emocionados, sonríen y nos dan las gracias por haber venido a verlo. Es a su vez emocionante comprobar como alguien que habrá visto a las mejores figuras de los años cincuenta, sesenta y los setenta, se ha conmovido por lo ocurrido en la tarde. Y este matrimonio tan educado y gentil comparte charla también con unos quinceañeros y veinteañeros de náuticos, chaqueta azul y corbata. Median unos sesenta años entre ambos. Pero la sensibilidad y la alegría son las mismas.

Y es que Sevilla tiene una cosa, que solo tiene Sevilla:
La Maestranza, nuestro Morante y el finísimo Juan Ortega, 
que también es de Sevilla.

(Si viviera Pareja Obregón, también habría actualizado la letra).

© Texto y fotos David Ferrer, 2023
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