De buena mañana. 29 de junio. El silencio de los corderos.

 (De buena mañana) El silencio de los corderos.

- Cuando volvía hacia mi casa ayer por la mañana, me topé con un espectáculo insólito. Cerca de treinta hombres expectantes alrededor de un camión. Como todos eran barbados y de aspecto chusco pensé que era la grey que a la tarde acompañaría al Abascal Otro que Tal en el mitin programado en esa jornada en la ciudad. En un momento dado se abrió el portón, se arremolinaron los cofrades con gesto ansioso y empezaron a descargar unas enormes reses que poco tenían ya de lindos corderillos. Sin piel, desorejados, en carne viva, conté casi un centenar de borregos a punto de ser distribuidos en medio de la calle. A medida que se producía la descarga y la distribución a pleno sol, la sangre fue deslizándose en forma de reguero por la cuesta, algún ojo quedó suelto junto a un coche y el olor de carnaza impregnó todo el ambiente. Cada uno de los barbados elegía la presa: supongo que lo harían en función de los kilos o de la grasa presente porque por la belleza era difícil hacer una selección. Nada que ver con la compra del pavo o del capón navideño en una granja. De tapadillo hice alguna foto en esta suerte de zoco argelino improvisado en una mañana de fin de junio. Hay cosas que pasan y uno está aquí para contarlas. Algún bienpensante me dirá que lo mejor sería callarse.
- Le pido a mi librero de guardia una novela de esas de las que habla todo el mundo en pocos días. La novela ha nacido hace tres días, llegan rápido los rumores y no sabemos si su calidad sucumbirá a estas olas de calor, como dicen los periodistas, lo que antes era el verano sin más. Suelo ser desconfiado ante esos éxitos repentinos. De esta guisa he leído algunos bodrios de manera rápida de cuyos títulos no quiero ya ni acordarme. El boca a boca está bien para las series, para la canción del verano pero en el mundo de los libros se necesita un poco más de quietud y de templanza. Me entrega mi librero del Corte el único ejemplar que les queda ya de Sevillana, pues parece que ha agotado su primera edición en un abrir y cerrar de ojos. No es una novela larga por lo que daré cuenta de ella en pocos días, envuelto yo también en el frenesí y saltándome la pila de los libros pendientes que aun quedan del invierno. Dejo aquí el título: Sevillana. Y su autora es Charo Lagares. Ya diré en pocos días lo que tenga que decir.
- Caso contrario es una serie a la que accedí hace una semana más bien por casualidad. The Drops of God, Las gotas de Dios (en la exquisita AppleTV). Sin apenas referencias, estoy embriagado, ebrio y conmocionado por una serie perfecta tanto en guión, interpretación como en la técnica. Sobre un tema como el vino. Tras cada capítulo me dan ganas de abrirme una botella y volverme un enólogo de tres al cuarto.
Pero, bueno, he contado estas dos cositas culturales para tapar y envolver el olor que aún tengo metido en la nariz de los borregazos sanguinolentos que vi ayer en la calle. ¿Los antitaurinos y la inquisición vegana no protesta de esta costumbre callejera? ¿O solo protestan de lo que protestan? Animalitos.

© Texto y fotos David Ferrer, 2023.
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