De buena mañana. 6 de septiembre. Caoba.

 (De buena mañana) Caoba.

- Compré por probar una pintura caoba, densa, elegante y oscura, para pintar una puerta y, quien me ha visto y quien me ve, ya he gastado cuatro botes. No fue finalmente solo una puerta. El destino era una vieja casa que nadie ha mimado durante años. Como es tan antigua, descuidada y ruinosa, cualquier pequeño arreglo lo agradece aunque va resultando insaciable: pide más. Como un hijo caprichoso. Ahora píntame, ahora ajústame esto, arregla la gotera, ponme un mueble nuevo. He pasado el verano en estas vicisitudes. Si buscamos analogías psicológicas, a veces pienso que como soy adicto al chocolate, me ha entusiasmado meter el pincel en un líquido marrón tan espeso y desperdirgarlo con el pincel y la brocha por las vigas de madera. Umbral decía en un comienzo memorable: "Franco merienda chocolate con churros y firma sentencias de muerte". El poder hipnótico del chocolate y lo que se asemeja. Volvamos al bricolaje. Va pensando uno en el resultado olvidándose a veces de los procesos, como el mal novelista que piensa solo en ponerle la palabra fin a su obra sin preocuparse de ajustar bien a los personajes y las tramas. Por eso, en este proceso de aplicar el tono de la caoba ha habido pérdidas y descuidos. Me he cargado dos pantalones y al menos tres camisetas. El liquido chocolatero cae denso y sin remedio sobre los brazos, a veces sobre la frente y, otras tantas veces, sobre la ropa. Va dejando al secarse un parecido a la sangre, como una marca de guerra. ¿Has hecho algo interesante este verano? Me pregunta mucha gente por la calle. No contesto. Y sonrío.

- A diferencia de la pintura decorativa, un texto debe tender más la ligereza que a la espesura. A una viga o a una puerta le vienen bien dos capas densas pero uniformes. Nada le sobra. A un texto le conviene rebajarse, quitar palabrerías y adjetivos, aclararse, no llegar nunca a la caoba, a no ser que tengas la habilidad de Mújica Lainez o algún otro. Cuando murió hace pocas semanas el amigo F., tantos años compañero de jurados y de intrigas, envié un sentido y personal obituario breve a mi periódico. Se hacen esas cosas como para quitarte el pesar inmediato, aunque en mi descargo debo decir que ya le había dedicado en vida algún artículo. Eso justifica cualquier obituario. Debería haber un control de calidad a este respecto: ¿Va usted a dedicarle unas líneas al finado? ¿Escribió sobre él mientras vivía? Si la respuesta es sí, adelante. Como le comenté a un amigo, verás lo poco que va a tardar C., el alabardero del reino, en mandar ocho páginas densas como barniz de caoba al mismo periódico. Así lo hizo: no había por donde hincarle el diente al texto: yo estuve, yo hice, a mí me dijo, yo fui, yo tal. El artículo derramaba exceso de grasa y de pintura por todas partes, te manchaba las manos pero, sobre todo, era inocuo. Daba igual leerlo que no. 

- ¿He hecho algo más este verano? Bueno, he leído bastante y he dado buena cuenta de algunas de las buenas lecturas en Farmacia Literaria Clandestina Tampoco hay que presumir de números sino simplemente, y en privado, saber que algunos de esos libros, como una buena pintura bien aplicada, han reparado algo, han tapado alguna grieta, han cubierto humedades.

© Texto y fotos David Ferrer, 2023. 

Y mas cosas en web de David Ferrer





Comentarios

Otras entradas de este diario.

De buena mañana. 18 de agosto. Anís del mono.

De buena mañana. 20 de agosto. Eléctrico.

De buena mañana. 11 de agosto. El arte de no hacer nada.

De buena mañana. 20 de julio. Vendrá la muerte.

¿Qué fue mayo?

De buena mañana. 11 de octubre. Chuflas de gato.