De buena mañana. 29 de octubre. Acqua di Parma.

 (De buena mañana) Acqua... di Parma.


- Camino hacia el trabajo por calles solitarias. Hay edificios abandonados a los que nadie presta atención. Uno de ellos, una antigua estación eléctrica, me ha parecido siempre majestuoso y bellísimo. Verdaderamente aprovechable. De situarse en Milán ya habrían hecho allí un magnífico polo museístico. Arte contemporáneo, un homenaje a la moda o a las nuevas tendencias performativas. Quién sabe. Aquí no. Caen las tardes lentas sobre su tejado de pizarra y anidan las palomas en sus huecos. A nadie le convence. Algún día se derribará esa torre y se construirán unas colmenas de ladrillo con una gran piscina central que nadie utilizará, porque siempre es un fastidio coincidir en bañador con tus vecinos.

- La coincidencia con otras personas genera roces. Los ermitaños vivían con Dios y con los pájaros. Y con alguna fiera cercana a la que domesticaban. No discutían, no criticaban. Por contra, cuando tienes que convivir con gente las fieras son personas y las personas transmutan en fieras. Entré el otro día y una señora se dirigió a mi abruptamente.

- ¿Tú qué colonia usas?

Tenemos todos una parte visual que nos identifica: pueden ser las gafas, pueden ser los michelines o la flaqueza, la altura o la sonrisa. Pero el perfume siempre ha sido un mecanismo de telegrafía sin hilos donde dejar tu impronta y personalidad, pases por donde pases. Por eso no se puede elegir una colonia, un perfume o una fragancia a la buena de Dios. Hay miles de posibilidades y no todas encajan con tu estilo. Como llevo estudiado ese proceso decenas de años, he aquilatado y experimentado con decenas de marcas hasta dar con las buenas, por lo que no me sorprendió esa pregunta, que en principio pensé muy estimulante.
- Acqua di Parma, la fragancia original.
- Pues ya puedes cambiar porque a mí me molesta.

A diferencia de San Francisco con el lobo, que se hizo cariñoso y pleno de bondad, aquí la buena mujer se transformó mediante ese comentario en una especie de harpía, una tarasca andante. Como la cosa de la mujer, en general, está complicada, uno ya no se atreve a responder a ninguna, aunque digan la mayor de las bobadas. En un segundo pensé una respuesta que, desde luego, me ahorré: "yo la colonia puedo cambiarla, pero a mí me molesta tu cara, y esa te viene de serie". Por supuesto no lo dije. E improvisé otra respuesta:

- Es la que uso y no pienso cambiarla.
- Pues deberías hacerlo porque a mí me hace toser y me molesta.

La señora recogía unas fotocopias y se fue como alma que lleva el diablo. No porque yo le hubiera dicho nada sino porque comprendió enseguida que se había pasado de frenada y que, a partir de ese momento, de mi parte no vendrían más que reproches e improperios.

Cada frasco de Acqua di Parma me cuesta una fortuna. Normalmente espaciaba su uso, alternándola con otras fragancias más asequibles. Pero juro que este curso voy a usar todos los días Acqua di Parma. Y que se ahoguen.

- Empecé hace dos semanas un libro de esos que vienen en cuidado formato (magnífico papel, tapa dura) y que se ha presentado como la quintaesencia de la literatura italiana del momento. Vamos, el Acqua di Parma de los escritores. Confía uno en el editor de Impedimenta. Son libros bonitos y que a veces esconden sorpresas. Ha habido estas semanas titulares elogiosos: "gran obra maestra", "a la altura de Dante" y cosas similares. Pues, chico, se me atraganta. Los mismos efectos que le producen mi colonia a esa señora. Oye, que no avanzo, que no le encuentro salida. Antaño no dejaba uno un libro sin acabar, por malo que fuera. Ahora...


© Texto y fotos David Ferrer, 2023.
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