De buena mañana. 9 de octubre. Lleva espelta.

 (De buena mañana. Lleva espelta.


- En la calle Santa Feliciana de Madrid, pleno barrio cool de Chamberí, han puesto una panadería. No venden una simple hogaza. La clave hoy en día es darle un nombre. algo distinto: ni currusco ni mendrugo ni panarro. Y después decir que todo lleva espelta y masa madre. No sé lo que es ni una cosa ni la otra pero deben de ser excelentes para el tránsito intestinal porque se pagan caro. No venden nada nuevo. Los productos son los mismos que se adquieren en algunos locales al uso de Manhattan o en el East End de Londres. Un panecillo a cinco euros. Y hay colas. Cada mañana. Treintañeros de pelo semilargo y barba recortadita, jubilados en pantalón corto, chicas con septum y patinete último modelo. A pocos metros un local especializado en café tiene cada día una altísima ocupación con cafés a cuatro euros. Y leche de soja. Y bollitos de quinoa.

La moda de cobrarnos más por algo que no necesitábamos pero que se hace imperioso en cuanto se forma una cola, llegó a España hace ya unos años con los primero Starbucks. Recuerdo que alguien me propuso en aquel momento poner uno de estos locales en la ciudad de Ávila: cafés en vaso de plástico con tu nombre a cinco euros. En sueños me vi enseguida arruinado, perseguido por los acreedores y tirándome a las vías del tren, es decir, un suicidio decimonónico porque no supe llevar un negocio prometedor del siglo XXI.

Sigo acudiendo por las mañanas a bares que usan vasos de caña para el café, con cafeteras ruidosas y con un suculento pincho de tortilla. A dos euros el café y el pincho. Pese a sus precios y variedad, son locales destinados a desaparecer mientras dure esta tontuna de los garitos neoyorquinos en Argamasilla de Alba.

- Converso en el abono del tendido 2 de Las Ventas con un viejo aficionado: llevo en la misma localidad desde el año 1984. Es media vida. Dice el hombre con pena que se le han ido muriendo los abonados que lo circundaban: el último un rico abogado de Nueva York, que dejaba su trabajo en la gran manzana para no perderse un festejo de San Isidro. La última vez lo tuvieron que ayudar con la silla de ruedas. Teniendo en cuenta el enorme gasto de un festejo taurino, un abono en Las Ventas no es caro. Más barato que ir todos los días a panaderías de diseño con flor de espelta. Neoyorkinos que vienen a los toros y españoles que quieren ser neoyorquinos por un día bebiendo leche de soja. Que lo expliquen los filósofos modernos.

- Antes de la corrida me gusta tomar café en la pastelería Gómez (Avenida de los Toreros). Buen café y repostería de la de siempre. Sin espeltas ni quinoas. Coinciden allí muchos aficionados. como el filósofo Agapito Maestre y la periodista de El Imparcial Inés Montano. A pocos metros el comunicador y showman, también novelista, Juan del Val. Tras el festejo la peregrinación se traslada hasta el bar César Las Ventas (calle Alcalá), que se pone de bote en bote: salen raciones de jamón ibérico, tortillas, queso curado, torreznos, rabo de toro. El ruido es infernal. También lo es la alegría. A mi lado un británico se ha acomodado en una mesa alta. Bebe una cerveza y ha dejado en la mesa el programa del festejo. Pese al ruido está absorto leyendo el Quijote en una edición económica de Clásicos Penguin. Eso es valentía, valor y torería. Leer con ese ruido. Quijotesco.

Madrid es aún diverso.


© Texto y fotos David Ferrer, 2023.
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