De buena mañana. 19 de septiembre. Normalizar.

 (De buena mañana) Normalizar.


- Cuando me aburro, expurgo la biblioteca y hago mini secciones. Son volátiles y poco permanentes porque responden a una necesidad bibliófila del momento, a casualidades de las compras, a cuestiones académicas o gustos perecederos. El año pasado tuve que crear una sección dantesca; hace tiempo otra sobre la muerte y sus lugares (ha ido creciendo); tengo varias estantes llenos sobre Londres y estos días, en mi retiro ajardinado y horticultor de lectura, dispuse una mini biblioteca de asuntos naturales, de la tierra: ecléctica a más no poder. A veces estas secciones cobran un sentido y vas completándolas; en otras ocasiones se clausuran rápidamente, no dan más de sí. La buena biblioteca es móvil. Los libros vienen y van, suben y bajan. Suben a lo más alto en una especie de exilio y, pasado un tiempo de suplicio, requieren algo de cariño y retornan a las baldas inferiores. Desconfío de la gente que tiene bibliotecas perfectas, simétricas, inmóviles. Hace tiempo visité la casa de una chica que colocaba los libros por colores: había una balda para los libros azules, otra para los marrones y ocres, una tercera para los verdes. Supuse que detrás de alguno de los colores habría un botón para activar una puerta secreta hacia una cámara de torturas o al laboratorio de las drogas. Una llamada a tiempo me hizo salir de aquel horror cromático.

- Algunos de los escasos lectores de estas líneas me preguntan por las vicisitudes del gato, el visitante de la tarde. Me llegan advertencias y cautelas: cuidado, pueden colonizarte. Otros me aleccionan en su estética. El caso es que el gato sigue llegando cauta y silenciosamente cada tarde. Se acerca, se asienta sobre la piedra y me mira. El huerto está libre de topillos, roedores y reptiles. Cuando prosigo en la lectura, el gato se siente cómodo y se acerca al pequeño cuenco donde le dejo algo de comida. Se relame elegantemente, deja el recipiente impoluto y me mira de nuevo. Se va. Cuando comiencen de verdad los fríos de la tarde, dejaremos de visitarlo, de normalizar esta generosidad. Tendrá que buscarse la vida en otros espacios. Me olvidará, seguro.

- En la puerta de la tienda donde compro el pan cada mañana, un señor mayor habla a voces por el móvil. Desconozco si siempre habla así o si su interlocutora es algo sorda. "Es que esto hay que normalizarlo". Me detengo un par de minutos en la puerta para escuchar. Lo siento. Me gusta hacerlo. Utiliza con frecuencia el verbo "normalizar": "esto es un horror, a ver si ya se normaliza todo". Me gusta. Hacer norma, conseguir que algo se asiente, se fije, quede en calma. Se va septiembre sin que yo haya normalizado nada: vivo en una especie de agosto extendido. Como el buen señor, yo también necesito que todo se normalice, se haga rutina, aburrimiento.

© Texto y fotos David Ferrer, 2024
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