De buena mañana. 15 de diciembre. Zapatiesta navideña.
(De buena mañana) Zapatiesta navideña.
- ¿Podías esperarme no?
- Es que te vas quedando atrás.
- El próximo día vienes de compras con tu madre.
- Ella anda más deprisa.
(Siguieron caminando. Él efectivamente tres pasos por delante)
- No me gusta el tonito...
...
- Que sepas que yo no he dicho eso. No sé de donde te lo has sacado.
...
- A que me cojo un hotel en la playa y pasas las navidades solo...
(no escuché más)
- ¿Pero quién compra las botellas?
- Tu prima se encargaba en el chino.
- Luego es un asco lo que llevan.
- Literal no hay más que ver la cara que pones siempre.
- Bajo yo ahora y compro el ron.
(Ella, rubia con un Barbour, se queda viendo bolsos. Él se va)
- 15 números para pagar un libro.
- Parece la cola del pescado.
- Literal.
- El Corte Inglés de Pozuelo es en estas fechas el termómetro ideal de la economía de una parte de España. Y, por lo visto ayer, ese sector y zona geoeconómica está boyante y eufórica. Por primera vez en mucho tiempo me tocó aparcar en el parking exterior más lejano, lo que me permitió escuchar conversaciones de todo tipo, curiosear las compras y esbozar sonrisas mientras las empleadas te deseaban felices fiestas.
En la sección de librería han tenido que poner turnos, efectivamente, como en la pescadería. Desde la app del móvil o desde el dispensador pides tu número y esperas pacientemente para ir a tu mostrador. Vas observando las compras. Un padre se llevó cerca de diez novelas gráficas. Dos para cada hijo. Tenía cinco. Le llevó un tiempo la elección para ser equitativo.
- (Parábola). En una remota ciudad un padre compró diez libros para regalar entre sus hijos. Pensó si repartirlos equitativamente, de manera que cada uno recibiera el día de Navidad dos casi iguales. Le dio vueltas a la cabeza, se rascó la coronilla, meditó y consideró que la igualdad no siempre es justa. Así que puso cuatro libros para el mas mayor, tres para el segundo y un ejemplar para cada uno de los tres pequeños. Así lo hizo. El día de los regalos se formó una buena zapatiesta. El primero de los paquetes ocupaba mucho más que el segundo y así sucesivamente. Los tres hijos pequeños se unieron y se enfrentaron al padre. Juntaron sus tres y libros y le dieron un golpe en la calva. Desde ese año el padre repartió por igual entre sus hijos.
- ¿No nos das ya la felicitación de Navidad? - me preguntan en el bar La Cigüeña.
- Todavía no ha llegado, viene de Venecia.
- Pues la estamos esperando, para exponerlas.
Debajo del árbol ya están las de los años anteriores.
© Texto y fotos David Ferrer, 2024
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