Santa Teresa en Notting Hill
(Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 17 de marzo de 2015 dentro de la columna Club Diógenes)
El casi enciclopédico Samuel Johnson decía ya hace dos siglos que quien se ha cansado de Londres se ha cansado de la vida. La razón evidente es que en una ciudad tan plena de contrastes son frecuentes los hallazgos pero también las imperfecciones urbanísticas: de una zona a otra cada grupo de calles simboliza una serie de lapsos temporales que van confluyendo en una desorganizada y a la vez armónica arquitectura de barrios que se han ido formando a golpe de desarrollo económico, de cierto conservadurismo vecinal, destrozo municipal, inmigración y consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Al norte de Notting Hill, lejos ya de las hordas del turismo barato que abarrota Portobello Road, se encuentra la zona de Kensal Green. Es un espacio que se ha ido creando de manera lenta por los vaivenes de la oportunidad económica: el vecino que resiste a las suculentas ofertas inmobiliarias conserva su casa eduardiana con fachada impoluta y un minúsculo patio trasero, perro y un buen coche aparcado en la misma puerta; otros, culpa de la especulación, los magnates rusos o árabes, o los altos alquileres de la zona, se largaron de allí en lo peor del thatcherismo de finales de los 70. Así, junto a las bellas casas unifamiliares aparece después un garaje o se ha habilitado un área extensa para ubicar el enorme supermercado Sainsbury´s. La vista deja ver las enormes estructuras eléctricas de los años 30, algún edificio de varias plantas que afea una hilera residencial, pequeñas plazas y el remanso de paz que supone el cementerio de Kensal Green, donde descansan los restos, entre otros del escritor Thackeray, del delicado pintor prerrafaelita Waterhouse o del cantante Freddy Mercury. Como buen cementerio inglés, pleno de líquenes, hierba salvaje y monumentos simbólicos, se encuentra dividido entre quienes profesaron el anglicanismo o el grupo de dissenters (disidentes), aquellos que abrazaron en tiempos difíciles el catolicismo.
No muy lejos de este cementerio de Kensal Green, y como una buena muestra de esta dicotomía tan típicamente inglesa en lo que respecta a cuestiones de fe, encontramos el pequeño Carmelo de Notting Hill. Es evidente que la santa andariega (la vieja, como ha dicho Bergoglio) no llegó a fundarlo (pues su apertura data del año 1878), aunque de haber vivido hoy seguro que le gustaría tomar un ryanair de bajo coste y charlar allí con sus hijas inglesas. En realidad, estudiar la fundación de este Carmelo supone adentrarse en la parte más compleja y polémica de la sociología y la historia británica, por lo que atañe a la callada (a veces no tanto) guerra que se fraguó entre la Iglesia Anglicana y la Católica a finales del XIX. La fundación de este convento carmelita fue, sin duda, un triunfo de aquel grupo de intelectuales o disidentes encabezados por Newman y que a finales de siglo supuso una pequeña involución en las poderosas aguas del imperio victoriano. Las adhesiones y simpatías a este convento incluyeron después a destacados miembros del grupo literario de Bloomsbury, quienes mostraron su apoyo en una suerte de rebeldía intelectual. Hoy, en vísperas del centenario de Santa Teresa, las aguas de los cercanos canales fluyen tranquilamente mientras que nada turba la paz de este convento: la pequeña comunidad de monjas carmelitas pasea por su jardín o su claustro ante la indiferencia de los vecinos del barrio, donde el silencio es apenas herido por los camiones de reparto que van al supermercado o los aviones que aterrizan en Heathrow. Hoy Santa Teresa no es ya allí una enemiga iluminada como la vieron los anglicanos del XIX. Sus obras se encuentran en las mejores librerías de la ciudad y hasta el vicario de la preciosa iglesia anglicana de All Saints me confiesa su pasión por tales textos. Bien lo han visto para este centenario, en lo que creo que será una de las citas clave del mismo (22 des septiembre), los responsables del CITES al invitar a Rowan Williams, el anterior arzobispo de Canterbury, y uno de los grandes intelectuales de Inglaterra.
David Ferrer
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