Estafermo
(Artículo publicado en El Diario de Ávila el martes 12 de mayo de 2015 dentro de la columna Club Diógenes)
Reunido el comité electoral, a puerta cerrada y con toda suerte de precauciones, sellos y susurros, designaron tras largo y oculto debate al que podría ser el candidato. Pero si este hombre es un estafermo, dijo una voz con cierto temor, no muy consciente de saber el significado preciso de la palabra. Hubo un silencio intimidatorio que se rompió al poco rato con la lectura de la definición, la cual había sido encontrada hábilmente en internet móvil por el más avispado del partido. Y confirmó así: dice aquí que un estafermo es “un pasmarote, una persona pasmada o embobada”. Con los ojos abiertos como platos, y como en un cónclave confuso, nadie se atrevía a desmentir el difícil dilema acerca de si el candidato recién proclamado era o no un estafermo o cosa semejante. Hombre, algo parado es, no vamos a negarlo pero si le aleccionamos un poco, le damos unas lecciones de gesticulación y de oratoria, seguro que sale bien parado. A ese ni con barniz, recriminó otro: dejémoslo claro, este hombre es tan impávido que mas bien podríamos haberle tachado de estantigua. ¿Estantigua nuestro candidato? Los más jóvenes del partido, absortos en el inesperado debate lingüístico que se había suscitado, corrieron a la sala contigua donde dormían en unos anaqueles empolvados unos tomos de un diccionario que había escrito una señora, una tal María Moliner. Pues por aquí no viene, gritaron los tiernos seguidores: y si no viene, no podemos tolerar que nuestro flamante candidato sea considerado una estantigua o como se diga. Un viejo militante sacó fuerzas de su flaqueza y, acodado en el borde de la mesa, precisamente donde lo habían ubicado para que no molestara, carraspeó para hacerse oír y dijo: es totalmente una estantigua y hasta donde yo sé esa palabra significa, y que me perdonen los jovenzuelos, una persona alta que causa pavor, pues se asemeja a un fantasma.
Dado que ya no había vuelta atrás en la toma de decisiones, quedó el debate cerrado y la estantigua procedió a mostrarse, como corresponde a un buen candidato, por toda clase de saraos, encuentros, jotas e inauguraciones. Decían los miembros del partido que a veces el traje le tiraba un poco de la sisa mientras que en otras ocasiones tanta forzada jovialidad le hacía doblarse como un junco, lo cual no quedaba bien en las fotografías de la prensa. Y además, se temían, estos periodistas suelen sacar siempre la peor toma. Así que se optó por situar al candidato en sitio seco y oscuro pues a veces los votantes se fían más de quien no habla que de quien dice medias verdades que luego suenan a mentiras como puños. Alguno recordó si no sería mejor acudir a la otra acepción del estafermo, la cual refiere que se trataba de un viejo poste o maniquí con el que los caballeros practicaban sus torneos. De modo que hicieron lo propio, y de tanto debate y vuelta para arriba y para abajo dejaron al pobre hombre como un tentetieso y más absurdo que un dontancredo que, como bien saben los taurinos, se aplica a la persona que aguanta impertérrita un peligro. Y de esta guisa siguió día tras día hasta el momento en que por fin llegaron las elecciones… Y así fue. Y así le fue.
David Ferrer
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