De buena mañana. 7 de octubre. Waterproof

 (De buena mañana) Waterproof.

- Tenía yo 17 benditos años y acababa de comenzar mis días en la Universidad así como mi estancia en un colegio mayor. Desconozco los efectos benéficos o perjudiciales del servicio militar, del que me libré a mayor gloria mía, pero puedo afirmar que el paso por una residencia de estudiantes o un colegio mayor es de las experiencias más satisfactorias de un itinerario vital. Me imagino que los cuatro o cinco lectores de estos diarios sabrán ya por donde van los tiros, o las chanzas, o los escupitajos.
Se tienen 17, 18, 19 y se hacen y dicen tonterías. Las escapadas de clase, por ejemplo. Las tardes en la cafetería de la facultad, por ejemplo. Las visitas y fiestas en otros colegios mayores, por ejemplo. Las borracheras y los churros matutinos, por ejemplo. Los líos con una de otra facultad a la que no conoces y a la que después no saludas ni te saluda, por ejemplo. Las novatadas, por ejemplo. Cuando me tocó ese inocente proceso de iniciación, era frecuente acudir a los colegios femeninos. Como el lector puede imaginar, y como es característico del ambiente universitario, aquí y en Harvard, en esas visitas nocturnas frente a las residencias de las universitarias se recitaban versos de Horacio, se cantaban unas albadas de Juan del Enzina o se improvisaba un madrigal de Monteverdi. Ellas correspondían animosamente cantando el lamento de Dido de Henry Purcell o con fragmentos de la Consolación de la Filosofía de Boecio. En eso los chicos y chicas, las chicas y chicos de la Universidad han estado siempre en un campo paritario. (Dejémoslo así por si los comisarios del Ministerio igualitario leen este foro).
Una de las actividades más recurrentes era acudir a esos espacios semiconventuales para solicitar agua, que rápidamente, prestos ya los cubos y jardineras, caía graciosamente sobre cabezas y cuerpos de los universitarios imberbes. En un ventanuco de la tercera o cuarta planta siempre había un par de monjas que reían estas acciones confraternizadoras pero se escondían cuando el nivel de los florilegios subía de tono. Y no poco. Llevaba yo entonces una estilosa gabardina, de esas que los modernos alpinistas llaman waterproof. Mis compañeros de rebaño terminaban empapados en la fresca noche salmantina mientras yo terminaba mi jornada de iniciación como un pincel seco. Después se seguía la noche en unos cuantos garitos de copas. Iban el resto empapados como puercos en temporada de lluvia, bebidos como piojos, y yo aprovechaba para hacerme el diletante distinguido, gabardina en mano. Siempre alguna me decía: pero, bueno, ¿es que tú nunca te mojas? Y de allí nos íbamos.
- Mojar, mojar es lo que hacen los políticos que tenemos. Lo del colegio mayor de ayer no deja de ser una anécdota que utilizan para tapar otros huecos y humedades. Como la de subirse un 4% el sueldo, por ejemplo. Como la de colarnos una ley animalista, que nos pone a los humanos por debajo de los perros, por ejemplo. Como reírse de nosotros con la energía, por ejemplo. Hay más dignidad en cualquier colegio mayor, pese a las tonterías adolescentes, que en la Carrera de San Jerónimo. Por cierto, a San Jerónimo le hubieran puesto una multa por explotación de un león y de sus otras fieras.
- No fue colegio mayor sino Paraninfo. Ayer asistimos allí a un acto solemne, exquisito, digno y cuidado como corresponde al prestigio de una Universidad centenaria y verdadera como la de Salamanca. Se conmemoraban los cien años del nombramiento de Santa Teresa como doctora Honoris Causa. No ya la emoción de las chirimías, la entrada solemne de los doctores. No ya la belleza jocosa (ojito con su letra, tan de colegio mayor) del Gaudeamus igitur. No ya las palabras: excelentes intervenciones del Rector, de la profesora Sánchez Reyes, abulense, de María Ángeles Pérez López, poeta. No ya el boato. Sencillamente la Universidad en su esplendor y rigor justo en conmemoración de una escritora como Santa Teresa, en un templo que dirigió Unamuno. Hubo autoridades y doctores en el acto. Hasta alcaldes. No estuvo el de Ávila, por ejemplo. Y ayer no llovía.
- Y coda. Durante el acto coincido en el banco de madera con mi antiguo profesor de Filosofía de la carrera, José Luis Fuertes Herrero. No habíamos vuelto a vernos. Se acordaba perfectamente de mí. Y yo confirmo aquella bonhomía, aquella delicadeza en enseñar, aquel entusiasmo. Y aunque los alumnos algunas noches salíamos de novatadas, por aquella época también disfrutábamos del saber y de los buenos profesores. Lo uno no quita lo otro. La mitad de los ministros no saben lo que es un Paraninfo y tienen a duras penas una carrera universitaria. Vivat Academia! Vivant profesores!
@ Texto y fotos David Ferrer, 2022
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Comentarios

  1. Me he reído mucho con la escena de la gabardina. Es genial!

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