De buena mañana. 18 de septiembre. Gordos.

 (De buena mañana) Gordos.

- Murió la semana pasada Fernando Botero. Bueno, cada día muere un famoso. Como vivimos y morimos en un tráfago y ruido incesante de redes sociales, si hoy en día muere una persona, el óbito se ve multiplicado x20. Cuando antes teníamos equipos de música, las pletinas tenían un accionador de volumen con el que podías poner cardiacos a tu familia y al vecindario. Ya fuera la quinta de Mahler o un éxito de Guns and Roses, aquello se multiplicaba x20 y la bronca era asegurada. Ahora muere un pintor, un presentador, un locutor deportivo, una cantante vulgar, un pelanas, y alguien sube el ecualizador 20 puntos y vivimos en un sin vivir (sobre todo el finado), en un no sé qué, en una pérdida irreparable. Todos eran amables, todas eran feministas avant la lettre, todos y todas iconos de una modernidad que no era tanta. Tres días de ruido y hasta el siguiente muerto.

De Fernando Botero tampoco podemos decir nada malo, pues no dejó de hacerse una caricatura de sí mismo y crearse una marca. Mira, eso no lo ha conseguido ni Tapies con la fealdad de sus obras. Lo que hacía Tapies era tan feo que ni un calcetín se parece a otro. Con Chillida sí: el problema es distinguir un Chillida de un sucedáneo. Hay ochenta Chillidas en rotondas por España. Pero una gorda de Botero era suya, solo podía ser Botero, estuviera expuesta en el Reina Sofía o en una rotonda de Albacete.

El pintor colombiano supo actualizar el dilema actual de la gordura. A una mujer no se le puede decir gorda. Vendrá un Ministerio, tres agencias de derechos y la Guardia Civil a ponerte una querella. Llamárselo a un hombre, sin embargo, es moneda común y hay que poner cara de agradecimiento: te estoy haciendo un favor. A Morante de la Puebla le gritaron "gordo" hace poco en un tendido de Bilbao y el hombre está de baja desde entonces. No tiene una Ministra ni una Secretaria General que lo defienda. En las últimas semanas creo que me han dicho que estoy gordo unas cinco o seis veces.

- La última. El sábado coincidí en la puerta de La Glorieta de Salamanca con el Consejero de Cultura. Hablamos de Juan Ortega y de otras cosas y se despidió diciéndome que me veía muy gordo. Nada menos que un alto cargo me lo ha dicho. Son las cosas de los toros, le dije sonriendo: los viajes, las comidas, los gin tonics... Si un cargo público se lo llega a decir a una señorita, ya estarían pidiendo la dimisión en todos los medios. Pero no voy a hacer un escándalo. Soy un personaje de Botero.

A la salida del festejo entré en El Corte Inglés que, como todo el mundo sabe, debe de ser mi segunda casa. Compré una cinta de correr de alta gama. El vendedor, muy amable y con muchas explicaciones, me indicó que estaba preparada para alta intensidad. ¿Qué peso aguanta? le dije preocupado: no tiene que preocuparse, usted no pesa tanto.

- Salamanca es un erial en verano. Por contra, el otoño le queda como un vestido primoroso de seda. Los charcos eran espejos en los que la ciudad, sin gorduras, se relamía.

© Texto y fotos David Ferrer, 2023.

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