De buena mañana. 28 de abril. Hijos todos de Francisco Rico.

(De buena mañana) Hijos todos de Francisco Rico.

Cada uno es hijo de su tiempo y mi tiempo, académicamente hablando, fue el de Francisco Rico. Me temo que los actuales estudiantes de filología no acuden a aquellos excelsos y amarillentos volúmenes que dirigió el profesor Rico para la editorial Crítica: Historia y crítica de la Literatura española. En aquellos momentos internet iba a pedales y no servía de mucho. Así que estudiantes, investigadores o curiosos necesitaban unos compendios donde aparecieran las principales investigaciones y adelantos sobre la literatura de cada época. Fueron 9 volúmenes (aparecidos los últimos en mi época de estudiante en Salamanca) a los que se acompañaban unos suplementos donde se actualizaba toda la bibliografía.

Para estudiar todo examen de la carrera yo empezaba siempre con uno de estos Paco Ricos (así los llamábamos). Después iba avanzando. Aunque fue catedrático de la Universidad de Barcelona (toda una pica en Flandes), tenía este docto personaje una afinidad con la Universidad de Salamanca adonde acudía casi todos los años. Y nosotros, jóvenes y aspirantes, íbamos a escucharlo embelesados. Nosotros por el conocimiento y algunas de las estudiantes para poner cara de bobas con el profesor Rico, que fama tenía de seductor. En el fondo, todos querríamos haber sido Paco Rico.

Sus conferencias podían lindar entre la minucia filológica (recuerdo una en la que se demoró dos horas en explicar una sola palabra del Lazarillo) a montar unas polémicas tremebundas. Sin decir nombres, recordaré el glorioso momento en que, en vivo y en directo, le propuso a una profesora de la casa realizar una edición de un clásico y esta, sin prever lo que vendría, contestó al académico: "aún no estoy preparada para ello". Fue inmisericorde, cruel, ácido con ella. Y nosotros de público.

En aquellos años de universitario, ahorré para comprarme todos los volúmenes de esa saga crítica, así como la edición anotada del Quijote (la mejor que se ha hecho), y también cuanto pude de la preciosa colección Biblioteca Clásica que dirigió con mano sabia. Estos volúmenes no amarillean de tan perfectos y cuidados. Después ensayos muy breves donde se aplica el concepto del menos es más, enjundiosos y a los que hay que volver cada cierto tiempo. Me divertí con sus polémicas con Trapiello y con Marías. Hace poco en uno de mis cursos, el dedicado a Dante, recomendé su último libro, una biografía de Petrarca, del que apenas ha habido promoción o reseñas. Supongo que en su vejez se ha visto algo desplazado. Pero creo afirmar, sin eufemismos, que pertenezco a la última generación de filólogos puros. Donde aprendíamos con textos y no con kahoots ni tiktoks, que es lo que se estila en las modernas facultades.

Francisco Rico fue más que un académico. Su nombre era un monumento. Y de alguna manera, muchos fuimos como sus hijos.

© Texto y fotos David Ferrer, 2024
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